Hoy, Argentina es un terreno minado de empresas que cierran, trabajos que se pierden, familias que se empobrecen. A la tragedia cotidiana de las muertes y los contagios por la pandemia del coronavirus -que obligó a la cuarentena-, todos los días se suman los números dramáticos de una curva que tampoco se aplana.
Se estima que un 8% de las pymes está en riesgo de desaparecer, son unas 61.000 empresas que emplean a 263.000 trabajadores, según los datos de la Fundación Observatorio Pyme. Los sectores más afectados son el comercio y las microempresas. Y detrás de los números están estas historias de una supervivencia casi imposible en medio de un desplome histórico de la economía.
¿Y cuál es el contexto económico que les tocará enfrentar a las que puedan llegar, exhaustas, a la otra orilla de la cuarentena? Cepal proyecta una caída del PBI argentino de 10,5 para este año. Pero el derrumbe podría ser mayor aún: las consultoras privadas locales ya hablan de que la baja rondará al menos el 13 por ciento. Podría llegar a 15%, incluso. Todo dependerá de la fecha de levantamiento de la cuarentena y de la capacidad del Gobierno y de las empresas de recuperar la capacidad financiera, tras la ruptura de la cadena de pagos, acumulación de deudas y aumentos de costos, junto con la incertidumbre derivada de una brecha cambiaria de más de 100% entre el tipo de cambio libre y el que recibe un exportador del complejo agropecuario por las retenciones. Se trata de la pérdida de unos USD 35.000 a USD 50.000 millones en todo el año en términos de generación de riqueza. Y el retroceso del PBI por habitante al menor registro en más de una década.
El deterioro social, por pérdida de empleos y baja nominal de los salarios, afecta la capacidad de recuperación del consumo y también de la inversión. Según el último informe del Ministerio de Trabajo, en junio estaban suspendidos 8,1% de los empleados asalariados del sector registrado, unos 616.000 trabajadores. Mientras que los trabajadores informales y cuentapropistas que vieron interrumpidas las contrataciones se estima que superaron el millón de personas.
Más cifras de la debacle: la franja de empleadas domésticas registradas se redujo en 25.000 personas a 471.000; se acentuó la baja a 27.000 en el caso de los trabajadores autónomos a 370.500 y más aún en el segmento de monotributistas “puros”, es decir que no tienen otra actividad o ingreso por pensión o jubilación, disminuyó en 128.000 a 1,5 millones.
Cepal estima que la pobreza podría llegar a 37,5% este año y las cifras de Unicef son desgarradoras: la pobreza infantil es del 62,9% y alcanza a más de 8 millones de chicos. El Observatorio de Deuda Social de la UCA advierte que entre el primer y el segundo trimestre se registraron 1.050.000 nuevos desocupados.
Mientras, en el frente financiero, se observó una notable sangría de depósitos en dólares que forzó a la cancelación de líneas de crédito a los exportadores, muchos de los cuales no pudieron operar por las trabas que impuso la cuarentena a la movilidad social y cruce de fronteras provinciales hasta los puertos, con el consecuente efecto negativo sobre las reservas netas del Banco Central. Además, la incertidumbre aumenta la brecha entre el dólar oficial y el blue, que pasó de menos del 25% en marzo a más de 70% actualmente.