Walter Arévalo le mojó la oreja a la Justicia, provocó y casi desafió a que lo detuvieran: “¿Saben por qué no me detuvieron el viernes? Porque los fiscales son unos cagones”, gritó como rogando que lo detuvieran, y tanto insistió que el sueño se le cumplió.
Ahora el secretario general del SOEM se enfrenta a una grave causa por amenazas, y aunque seguramente espera postularse como una víctima de persecución política, tiene varios presuntos delitos por aclarar, como cortes de calle simultáneos en casi todo el centro durante dos semanas, y el más notorio: llamar a una manifestación intimidatoria frente a una casa particular, la del secretario municipal Alberto Natella.
Arévalo no logra enderezar el rumbo de sus decisiones, viene de mal en peor este año, y ahora se le está comenzando a retobar la tropa.
No sólo los trabajadores no responden a sus convocatorias a paro (el noventa por ciento fue a trabajar normalmente), sino que son muchos los que están hartos de conflictos, y no tienen ganas de ser arrastrados a descuentos y castigos por un capricho personal.
Arévalo levanta la bandera de los precarizados, que no son sus representados porque ninguno es afiliado al gremio, y siembra discordia en una masa de empleados con muchos problemas, sociales y económicos, derivados de la pandemia.
Hasta aquí no aportó una sola solución, y solo genera caos y desorden. La gente está cansada y no encuentra razones para sumarse a esta guerra de una sola persona, por eso los paros no se cumplen, y el líder solo puede apostar al escándalo.
La jugada le está saliendo cara, y ahora depende de cómo pueda defenderlo un ex funcionario del Frente Cívico y Social, el extitular del IPV Miguel Sarli, que oficia como su abogado.
Si Arévalo tiene algún amigo que lo quiera, alguien debería decirle que la está pifiando. El traje de héroe incomprendido no le queda bien. Tiene una posición completamente destructiva y avasalladora, se lleva por delante a los vecinos, a los empleados, a todos.
Catamarca no quiere prepotencia ni amenazas. Que cumpla su tarea como se debe, que hable y escuche, y deje ese comportamiento dañino que hizo que sus propios afiliados le den la espalda.
Y que entienda que los actos tienen consecuencias. En vez de buscar culpables e inventarse enemigos, debe aceptar que nadie fue a buscarlo, sino que él causó toda la situación que ahora se le volvió en contra.
La Visión del Catucho