El gobernador Raúl Jalil, que anda ahora por Estados Unidos, participó vía teleconferencia de una mesa de debate organizada por Clarín para hablar de minería. Ahí repitió su discurso habitual, que el potencial, que el cambio energético, etc, pero después se emocionó y se despachó con una frase genial. Lean porque fue textual:
“En Catamarca hay un éxodo de empleados públicos a la minería”
¡Un éxodo de empleados públicos a la minería! ¿Éxodo de cuántos? ¿Tres?
Vaya a saber qué cara pusieron los porteños, seguramente ninguna porque no tienen idea. Pero al que lo escucha acá se le cae la mandíbula al piso.
¿De qué éxodo habla este hombre?
Vamos a la realidad: De cada 1.000 habitantes de Catamarca, 107 son empleados públicos: sólo dos provincias (Tierra del Fuego y Santa Cruz, ambas patagónicas) superan ese índice. Córdoba, por ejemplo, es de 35 por cada 1000 habitantes.
Vamos con otro dato real: Entre 2003 y 2016, la población catamarqueña creció un 14,3 por ciento. En ese mismo tiempo, entre 2003 y 2016, la cantidad de empleados públicos en Catamarca creció el 78,4 por ciento. En sólo dos provincias del país (Chaco y Jujuy), esta proporción fue mayor.
Hay más: Del total de la población catamarqueña, el 15 por ciento son empleados públicos, el 6 por ciento empleados privados, el 4 por ciento trabaja en negro, el 7 por ciento son cuentapropistas, el 10 por ciento está desocupado y el 55 por ciento están inactivos laboralmente.
Y más: el incremento de la planta de personal en el Estado siempre es mayor en los años con elecciones de gobernador que en los años previos.
¿Más? El 18,2 por ciento Jóvenes catamarqueños de 18 a 24 años no estudian, no trabajan ni buscan empleo.
Son números oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC que analizó el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea.
Pero no hace falta verlos para quien vive acá. Catamarca vive del Estado: incluso empresas “privadas” pagan sus sueldos con lo que cobran del Estado. Catamarca respira empleo público. Acá y en cada municipio.
¿Quién puede creer que hay un éxodo de empleados públicos? ¡Si cada año se suman cientos, empezando por los familiares y amigos de los funcionarios!
Realmente da vergüenza ajena que se diga cualquier cosa, en una provincia donde jamás se pudo achicar el Estado, donde se acomodan nuevos ñoquis en cada gestión, y donde el sueldito público se usa para tener de rehén a los empleados a la hora de votar.
No le vengan a papá mono con bananas verdes, que somos tontos pero no tanto.