Cristina Fernández de Kirchner, hoy autoproclamada víctima y mártir perseguida, fue condenada por corrupta a seis años de cárcel.
En su caída, la vicepresidenta que hace unos días nomás proponía un cambio para escapar del presidente que ella misma eligió, acorralada por su incoherencia, intenta un relato de épica donde le sobran palabras y le faltan explicaciones.
El oficialismo que la endiosó echa mano al fanatismo ciego como último recurso, porque no tuvo forma de explicar lo inexplicable. Y lo inexplicable es la corrupción que no pudieron ocultar, que los desnudó ante la Justicia y la lleva a la cárcel. Con el pedido además, de que devuelvan el dinero robado.
Cristina no es una víctima. En su gobierno se desviaron millones con un mecanismo básico de retorno: le daban obras multimillonarias a Lázaro Báez, no una o dos: más de cincuenta obras públicas, con dinero de los argentinos.
Lázaro cobraba, y después esa plata que salía del Estado, de todos los argentinos, viajaba derecho a los bolsillos de los Kirchner, porque Lázaro les pagaba en nombre de alquileres, servicios, etc.
Es un método más viejo que la sopa de arroz. Yo te pago, vos te quedás una parte y el resto para mí. Y así, de la noche a la mañana, Lázaro Báez, un amigo de la casa K, se hizo superultra millonario. Y la abogada exitosa también.
Eso se llama robar. Un ida y vuelta de dinero que no era de los K, era del pueblo, y se lo quedaban ellos. Que quede claro: por eso la condenaron. No la condenaron por peronista, por mujer, no, la condenaron por robar.
Ahora sale a gritar a los cuatro vientos que la justicia es una mafia. Mirá vos, una mafia. ¿Y los bolsos de López también los llenó la Justicia mafiosa?
Creían que la gente iba a salir a las calles como cuando metieron preso a Perón. No salió nadie. La gente no es tonta.
Pero no sólo es corrupto el que roba. Es corrupto el que calla, el que mira para otro lado, el obediente ciego y manso que por cuidar sus propios privilegios chupa medias a morir. Como los legisladores catamarqueños que inundaron las redes sociales para defender a su jefa.
Dan vergüenza. Vergüenza. Los mismos que no abren la boca con los gravísimos problemas que tiene Catamarca, los mismos que cobran fortunas por pasear en avión de Catamarca a Buenos Aires 50 veces al año y encima cobran “desarraigo”. Salen a defender a una ladrona condenada por la justicia solo porque cuidan su quintita.
Eso también es corrupción.
Cristina dijo que no será candidata. Debería, para recibir otra condena en las urnas. Pero sabe que no le conviene.
Por decencia, debería renunciar a su cargo, renunciar a sus fueros y cumplir la condena.
Encima se rasgan las vestiduras los oficialistas catamarqueños criticando a la justicia adicta. ¿Y la justicia catamarqueña qué es? Metieron todos amigos y parientes en la Corte local.
Ayer se condenó a una persona corrupta. Ojalá algún día llegue esa hora en Catamarca, donde los empresarios amigos, las facturas que van y vuelven, y los billetes que salen del Gobierno para ir a parar a cuentas bancarias particulares… no, no, es un error. Seguro que esas cosas acá no pasan. Acá son todos ángeles.