Presupuesto 2025: Lo relevante y lo secundario

El presupuesto nacional para 2025 se podría resumir de la siguiente manera: artículo primero, el déficit fiscal será cero; artículo segundo, veremos cómo lo logramos; artículo tercero, de forma. Este objetivo principal estará rodeado de numerosas tablas y consideraciones, pero la verdadera clave es la voluntad del Poder Ejecutivo de mantener el equilibrio fiscal y sus implicaciones en la política económica actual. La gran incógnita es si esto será suficiente para convencer a inversores, asesores y al Fondo Monetario Internacional.

Consultamos al economista australiano Russell Lloyd Mathews (1921-2000), quien, en 1951, se trasladó a Londres como empleado administrativo en la Universidad Nacional de Australia (ANU), donde posteriormente se convirtió en profesor de contabilidad y finanzas públicas. Según sus colegas Allan Douglas Barton y Bhajan Singh Grewal, “Mathews nunca hacía una presentación sin notas, no solo porque lo ayudaban, sino porque consideraba que era una muestra de respeto hacia su audiencia”. Mathews fue una figura clave en el campo de las finanzas públicas en Australia durante la segunda mitad del siglo XX.

Peter Diderik Groenewegen, otro académico, destacó que su trabajo sobre impuestos y federalismo fiscal lo convirtió en una figura central en la política económica australiana. ¿Podría sintetizar su aporte?
En el ámbito impositivo, recomendé la integración del impuesto a las empresas con el de las personas para evitar la doble imposición sobre las ganancias de capital. Además, alerté sobre la centralización del sistema tributario y sugerí que los estados desarrollaran sus propias fuentes de ingresos. En la década de 1980, la evasión fiscal estaba debilitando el sistema, por lo que propuse un impuesto a los flujos para sustituir el impuesto a las ganancias y un impuesto al consumo para reemplazar los muchos tributos indirectos.

Obedeciendo a la legislación vigente, el Poder Ejecutivo Nacional ha enviado al Congreso el proyecto de presupuesto 2025. ¿Es realmente la “ley fundamental de la Nación”, como se enseña en las escuelas?

Los economistas priorizamos la sustancia sobre las etiquetas. Para ayudar a las decisiones del sector privado, es crucial distinguir entre las señales verdaderamente importantes y aquellas que no lo son.
El presupuesto es un documento elaborado en pesos corrientes. Si bien en teoría se podría plantear un presupuesto “base cero”, en la práctica se toma como base el del año anterior y se ajusta según la inflación, la devaluación, los salarios públicos, la tasa de interés de la deuda y el PBI real. Este proceso se ha convertido en una tarea compleja para los funcionarios de Hacienda.

¿Qué nos muestra la experiencia reciente?
El Poder Ejecutivo ha subestimado sistemáticamente la inflación, lo que ha generado una mayor recaudación de lo esperado. Además, debido a la emergencia económica, el Ejecutivo ha podido reasignar partidas presupuestarias, lo que ha creado una brecha considerable entre lo aprobado por el Congreso y lo que realmente ha ocurrido.

En términos numéricos, está por verse. Pero desde el punto de vista de las decisiones, la clave está en la firme determinación de Milei de no negociar el equilibrio fiscal ni recurrir a la emisión monetaria para cubrir el déficit.

¿Cómo planea lograrlo?
Estamos hablando de Argentina 2025. Una vez aprobado, el presupuesto será publicado en un formato atractivo, pero cualquiera que conozca la historia económica del país sabe que la credibilidad no depende de un documento, sino de la determinación del presidente.

Entonces, ¿en qué se basaría la credibilidad?
En la palabra presidencial y en su postura inquebrantable respecto al equilibrio fiscal. Milei ha mostrado una firmeza en materia fiscal que no parece que vaya a cambiar, y cuenta con el respaldo de su ministro de Economía, Luis Andrés Caputo.

¿Qué harán para mantener el equilibrio fiscal, incluyendo el pago de intereses de la deuda?
Probablemente ni ellos lo sepan todavía. Pero los analistas no deben interpretar las alertas como predicciones de un fracaso, sino como desafíos que los funcionarios tendrán que enfrentar. La realidad económica argentina es fluida y siempre encuentra maneras de adaptarse.

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