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Los patrones de estancia

Hay intendentes en Catamarca que se manejan como verdaderos patrones de estancia y gobiernan sus municipios como un feudo, a su anchas y conveniencia. Constantemente avasallan las instituciones, avanzan sobre las libertades de los vecinos, a los que tratan como súbditos, y hasta a veces desafían la autoridad establecida por el ordenamiento jurídico. Prácticas que no son nuevas, pero que en el contexto de la pandemia se potenciaron y quedaron más en evidencia. El Gobierno les dio más poder y los estancieros se encargaron de hacer uso y abuso, con algunos casos particularmente bochornosos.

Un poco por la comodidad de delegar las responsabilidades a los intendentes (y no hacerse cargo de las consecuencias), otro poco por la conveniencia política de tener a estos jefes territoriales conformes y alineados, el Gobierno provincial depositó en los intendentes una inaudita cantidad de prerrogativas y decisiones. En un delicadísimo escenario nacional de virtual suspensión de garantías y derechos constitucionales, por una especie de subrogancia en cadena, los intendentes quedaron administrando asuntos que antes habían sido encomendados de Nación a Provincia, y que esta última derivó a los municipios.

De repente, de un momento para otro, los intendentes se constituyeron en tutores de los derechos de entrar, salir, permanecer y circular por sus comunas, de estudiar, de trabajar, de reunirse y de cuántas otras libertades constitucionales quedaron degradadas y a su arbitrio. La Provincia daba un ordenamiento marco de permisos y restricciones, pero los intendentes decidían que sí y que no. Según les diera la gana.

En ese escenario, donde el ordenamiento constitucional estaba (y continúa) totalmente desvirtuado, se potenció la figura de los intendentes señores feudales, produciéndose hechos grotescos, abusivos, graves, ilegales, contradictorios y peligrosos que se repitieron durante estos nueve meses. Con particular agravamiento en dos municipios: Recreo y Bañado de Ovanta. 

Por ejemplo, hacia mediados de años, cuando la Provincia atravesaba una situación epidemiológica tranquila y estable, el Gobierno comenzó a planificar el regreso de las clases presenciales. Los alumnos llevaban varios meses sin clases y parecía más que necesario y viable retomar la educación en las aulas. Pero los intendentes de municipios del Este, entre ellos Elpidio Guaraz, de Bañado de Ovanta, y Luis Polti, de Recreo, decidieron que en sus comunas las clases presenciales no volverían. Vulnerando un derecho y una garantía constitucional y contradiciendo a lo dispuesto por la Provincia.

Estos dos mismos intendentes fueron los más inflexibles y restrictivos para la circulación y el ingreso a sus municipios, aun cuando la Provincia habilitaba el libre tránsito interno. A tal punto que prohibían el ingreso de camiones con mercadería o entorpecían la salida y entrada de sus vecinos que debían viajar dentro de la provincia por asuntos importantes o impostergables. Guaraz se adueñó de las rutas provinciales y nacionales, prohibió el ingreso del transporte de mercadería, y dejó a su comuna al borde del desabastecimiento. Polti restringía la llegada de los camiones de las empresas de correo y envíos restringiendo el comercio electrónico, que tanto solucionó a los vecinos durante el aislamiento. O imponía cuarentena abusivas para los recreinos que viajaran a la Capital y se quedaran por más de un día.

Aunque a ellos, patrones de estancia, las restricciones no los limite o las puedan manejar a su conveniencia. En el momento de la cuarentena más estricta, y mientras imponía a los vecinos de Recreo un toque de queda encubierto, Polti se fue a pescar con sus amigos, violando las restricciones impuestas por el gobierno nacional y provincial. Y Guaráz, al mismo tiempo que no dejaba ingresar mercadería de primera necesidad, exigía que le dejaran habilitar eventos de turf y torneos de fútbol. Y, ante la negativa del COE provincial, reclamó la cabeza la ministra Palladino, acusandola de “inoperante y egoísta”.

Como buen patrón de estancia, Polti también se permite maltratar a los empleados (a los que considera peones) como sucedió con la enfermera a la que prepoteó y amenazó con sanciones, ofuscado porque la trabajadora se atrevió a pedirle los elementos de seguridad para hacer su trabajo. Atropello que se repitió con los 60 trabajadores que despidió y dejó sin su fuente de ingreso durante toda la pandemia.

Tan dueño del municipio se siente Polti, que cuando la Corte de Justicia de la Provincia ordenó la reincorporación de los empleados despedidos, el estanciero intentó evitar la llegada a Recreo de una comisión de la Asociación de Trabajadores del Estado que se dirigía a fiscalizar el cumplimiento del fallo judicial, utilizando como retén un control del COE departamental. Sin inmutarse, como quien cierra la tranquera de su propiedad.

En Santa Rosa, autoproclamada por Elpidio Guaraz “Capital del Turf”, se hizo el fin de semana una carrera de caballos que fue una afrenta a las recomendaciones y protocolos de prevención del coronavirus. Autorizado por el mismo intendente que no permitía el regreso de las clases o el ingreso de camiones con mercadería, el evento convocó a unas 1500 personas, sin un mínimo de distancia, que se amontonaron a ver la carrera. Y en el que los ganadores se dieron el gusto de celebrar a los abrazos, besos y hasta revolcándose en el suelo.

Durante gran parte de la pandemia, cuando el Gobierno decretaba fases menos estrictas, el municipio de Recreo, sin ningún tipo de criterio profesional ni argumento científico, decretaba el cierre de los comercios, los gimnasios, prohibía el ejercicio al aire libre y bloqueaba los ingresos al municipio. Pero ahora, y a pesar de que el gobernador Jalil determinó no autorizar los boliches durante Navidad y Año Nuevo, Polti presiona para que en su municipio estos eventos se puedan habilitar.

Hace muchos años que en Catamarca hay intendentes que se creen patrones de estancia.  Prepotentes, autoritarios, incoherentes y carentes de toda sensatez, se manejan como si el municipio fuera el patio de su casa. Y la pandemia los exacerbó. Más poder, más permisividad, más patrones.

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