Que se cae en dos meses, que no pasa el verano, que en abril se va, que preparen el helicóptero. Todos los pronósticos fueron errados. Ahí está Javier Milei, sentado en el sillón de Rivadavia después de un año de Gobierno.
No sabía nada de política, pero gobernó sin partido, sin aparato, casi sin legisladores, sin gobernadores ni intendentes. Al menos de los propios, porque varios que eran opositores se pasaron rápido a la vereda del sol para darle una manito.
Y Milei va, con su show, sus malos modales, sus provocaciones.
La motosierra funcionó bastante, aunque no como se esperaba. Recortó algunas cosas y otras no.
El Banco Central no fue dinamitado ni cerrado, sigue como si nada. La dolarización no se ve ni en el horizonte, pero la inflación bajó. Dijo que la iba a bajar y la bajó. ¿Quién pagó los costos? Es otra historia, pero la bajó y saca pecho por eso. Ya nadie habla del dólar, que no se disparó a ningún lado, y el blue está parejito con el oficial.
¿Atacó a la casta? Más o menos. Casi que no. Dividió casta amiga y casta enemiga, y a la mayoría la trató muy bien.
La CGT arrancó como para hacerle la guerra y se fue debilitando, con peleas internas y sin moverle un pelo a la frondosa cabellera del mandatario.
Las universidades arrancaron con una movilización descomunal contra el Gobierno. La segunda fue menos gente. La tercera nadie recuerda si se hizo o no.
El peronismo sigue destartalado, no pudo ni unirse ni hacer una interna. Con Cristina de nuevo al frente, anda como bola sin manija.
El radicalismo se partió en dos. Ni unido sumaba algo de votos, ahora menos. Está la banda que se hizo más fanática de Milei que los propios libertarios, y los enojados que están más solos que Adán el día de la madre.
El macrismo, partido al medio. Bullrich se enamoró de Milei, Macri queda siempre fuera de juego.
Apostó por Donald Trump, lo fue a visitar antes de las elecciones y después Trump ganó la presidencia de la mayor potencia del mundo. Negocia con los chinos, habla con Brasil, coquetea con Francia.
Tiene a Victoria Villarruel bajo la suela del zapato, echó a más de cien funcionarios. Domina a empresarios e inversores extranjeros. Insulta, se enoja, promete lo que hace falta y cumple cuando se le da la gana.
Nada mal para el muchacho que gritaba en programas de TV.
Milei cumple un año de presidente. No se cayó, ni parece que se vaya a caer muy rápido. No se sabe si es loco… pero está claro que no come vidrio.