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Un simulacro de cuarentena… por las dudas

Si ha de confiarse en las informaciones oficiales, y debe hacerse porque el propio Gobierno dijo hasta el cansancio que se maneja con la verdad, llegamos al sexto mes del año sin que se registre en Catamarca un solo caso de coronavirus, la enfermedad que explotó en enero y arrodilló a los cinco continentes con la amenaza de la pandemia que ya mató a más de 370.000 seres humanos alrededor del mundo.

El “invicto” puede terminar hoy, mañana o cualquier día, naturalmente, porque una persona que llegue infectada alterará el panorama, pero lo cierto es que en Catamarca no hay virus. No está circulando, no existe.

Pero los meses pasan y se mantiene una suerte de pantomima de cuarentena, que en los hechos carece de todo sentido, porque además no se cumple o se cumple mal, entonces transitamos en un limbo que no es ni chicha ni limonada.

La gente sale a la calle cuando quiere y como quiere, todos los días. Se agolpan multitudes en la peatonal, en los bancos, en los barrios, en las plazas. Pero en teoría la cuarentena sigue, y hay pobres comerciantes a los que obligan a mantener cerrados sus negocios y ya no tienen para sobrevivir. No tienen ni para comer, no hablemos de alquileres, impuestos o sueldos.

La gente se junta a hacer asados, la Galíndez explota de gente, pero la mayoría de las oficinas públicas siguen vacías por “prveención”.

Se ha llegado a un punto de incoherencia, de contradicción, en el que Catamarca no hace cuarentena ni trabaja, porque evidentemente la situación le resulta cómoda a muchos, pero a la vez se está haciendo un gran daño.

Hay dos verdades que nadie dice sobre el invicto catamarqueño, sin desmerecer las cosas que se han hecho bien para prevenir.

En esta extraña situación los grandes males crónicos de Catamarca jugaron a favor. La falta de turismo, que siempre se lamenta, aquí fue fundamental para evitar la llegada de multitudes foráneas con posibles contagios.

Con su triste único vuelo, Catamarca no recibe miles de turistas como otros lados: el avión es casi para el constante ida y vuelta de funcionarios y nada más. Viajan siempre los mismos, aquí los pasajeros del avión se saludan todos por el nombre. Catamarca no es turística, mal que nos pese, y en este caso eso ayudó.

Otro factor negativo que se transformó en bendición es el grosero impacto del empleo público en la población. Casi el 70 por ciento de los catamarqueños viven del Estado, a diferencia de otros distritos donde el porcentaje oscila entre el 10 y el 20 por ciento. Eso desnuda la falta de actividad privada y el histórico estancamiento de la economía provincial. Pero a la vez en este caso ayudó, porque el impacto de la recesión y la inactividad fue mucho menor. Acá la gran mayoría de la gente sigue cobrando su sueldo como siempre… y sin hacer nada.

Si la situación epidemiológica no cambia, terminemos entonces con esta pantomima de cuarentena que no es tal: dejemos trabajar a los comercios y a los informales y que vuelvan a sus lugares los que no tienen ningún impedimento para hacerlo.

La dramática situación de amenaza justificó muchas medidas, pero hay que decir que uno sale a las calles, mira lo que ocurre, y siente que todo está perdiendo seriedad.

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