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A 9 años del femicidio de Ángeles Rawson, habló su mamá: “Mangeri es un psicópata de libro”

El femicidio de Ángeles Rawson, apodada “Mumi” por sus familiares y amigos, fue uno de los casos más resonantes y estremecedores del país. A 9 años de su asesinato su madre Jimena Aduriz brindó una entrevista a un podcast conducido por Migue Granados, en la que contó detalles estremecedores de aquel día en el que mataron a su hija.

El femicida de la adolescente de 16 años fue Jorge Mangeri, el encargado del edificio del barrio porteño de Palermo, donde vivía Ángeles junto a su familia. Aquel 10 de junio del 2013 Mumi ingresó al edificio, sin embargo, nunca llegó a su departamento.

En diálogo con Migue, Jimena habló sobre Mangeri y aseguró que “era eficaz y atento, no podía creer que fuera capaz de una cosa así”. Ese día, la mujer incluso intercambió algunas palabras con él sin saber que algunas horas antes había asesinado a su hija.

“Le dije ‘hacete ver’, porque tenía cara de enfermo”, recordó y contó que a pesar de que era invierno era un día caluroso pero el encargado tenía puesto un polar de mangas largas, cuestión que le llamó la atención pero no le dio importancia y le recomendó que se pidiera algunas días por enfermedad.

“Es un psicópata de libro”, lo calificó Aduriz en la entrevista y reveló que “no podía creer” que él haya matado a su Mumi. “Lo queríamos muchísimo todos en el consorcio. Hacía 11 años para ese momento que era el encargado. Era un edificio chico, con 14 departamentos”, ahondó.

La entrevista, de casi una hora y media de extensión, indaga el la cronología de los hechos, desde la desaparición de la menor, la intensa búsqueda de su familia, la aparición de su cuerpo en el Ceamse de José León Suárez, el avance de la investigación y la causa judicial y el doloroso proceso de duelo de su familia y cercanos.

Mangieri en el juicio.

“Generalmente, [Ángeles] llegaba 21.15. Esperé hasta las 21.30 y llamé por teléfono. Alguien me atendió y cortaron. En ese momento no me di cuenta. Con el diario del lunes empezás a atar cabos, pero en ese momento no te das cuenta. Nunca te vas a imaginar que pasó algo así”, continuó.

“Diez menos cuarto volví a llamar y no me contestaba. Ahí sí empecé a preocuparme”, contó la mujer. “Ella me mandaba muchos mensajes y en ese sentido era más persecuta que yo”, siguió con su recuerdo del día del femicidio, día en el que nadie la había visto, ni en el Instituto de Inglés al que asistía después de hora, ni en el colegio, ni Dominga, la empleada doméstica que trabajaba en su casa.

“Yo lo que pensé es que, como ella tenía carácter, se había resistido a un asalto. No pensé nunca en trata. Que ella se había defendido y que estaba en algún lugar desmayada o que la habían fajado, esa era mi esperanza”, detalló.

“Fue muy duro de ver a mi hija en una bolsa”, relató la madre. Pero, ante esa inenarrable situación, Aduriz rescata, a distancia, un detalle en el horror: “Por otra parte fue un alivio muy grande, porque la vi y estaba ahí. Yo pensé que no la iba a encontrar. Saber que iba a tener un lugar donde llevarle una flor, en ese momento era un tesoro”.

Rememoró que cuando lo vio a Mangeri la noche del viernes 14 de junio en la fiscalía, día en el que él mismo confesó haber asesinado a Ángeles, era la primera vez después del día del asesinato, y lo abrazó porque era “una cara amiga”. “Ahí sí me miró raro. Entiendo que ahí fue cuando él se hizo responsable”, reveló la mujer.

El legado de Ángeles

“Una manera de sobrellevar el que que la la vida de tu hija dejó un legado que la muerte de tu hija no fue en vano. Y eso es lo que te queda como cierto consuelo. Decís que es algo bueno de todo lo que te pasó, que está rescatando algo bueno en todo lo que te pasó. Ella a mí me dejó una enseñanza, me dijo: “Mami, vos tenés que ser mi voz. Para que otras chicas no les pase porque ella”. Por ejemplo con el caso de Candela, estaba como loca”, reflexionó.

“Te voy a hacer una última pregunta, ¿al cuanto tiempo pudiste encontrar felicidad en algo?”, quiso saber Granados. “Ese es otro castigo que te queda, por lo menos a mí. La capacidad de disfrute yo la tengo, pero automáticamente tengo una contracara. Yo tengo mis 3 hijos, por ejemplo, que la pasó bárbaro porque son divertidísimos y nos matamos de risa, y me estoy riendo porque nosotros somos una familia muy divertida, y automáticamente los veo a los 3 y me falta alguien: la risotada de ella.No es que no lo disfrute, pero hay un pedacito que falta. Como una sombra”, responde.

Y cierra con la esperanza de volver a encontrarla cuando se muera: “El saber que me voy a encontrar con ella tiene como un happy ending“.

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