Iglesia y adicciones: una mirada integral desde la fe, la contención y la recuperación

En todo el país, numerosos testimonios dan cuenta de una misma certeza: “Miles de personas testifican haber logrado la recuperación de las adicciones con la ayuda de Dios”. El caso de una familia en Merlo, provincia de Buenos Aires, es uno de ellos. “Lo habíamos perdido todo”, recuerda el autor de esta historia, marcada por el dolor, la violencia, el desarraigo y las consecuencias de una vida al borde del abismo.

En ese contexto, donde se combinaban el abuso sexual, la depresión, la pobreza extrema y la pérdida de la infancia, la fe comenzó a sembrar un camino de salida. Luego de una mudanza forzada, “tras una mudanza obligada a un lugar prestado”, la vulnerabilidad aumentó y, junto con ella, la exposición a nuevas realidades. En medio de la falta de contención y guía, “un poco por la propuesta del nuevo grupo”, llegaron las drogas, los delitos y la pérdida del rumbo.

A pesar del entorno hostil, “lo único que tenía era una congregación de barrio que se puso a disposición”. Aunque limitada en recursos, esa pequeña comunidad de fe comenzó a acompañar. Luego de siete años inmerso en el consumo problemático, pudo iniciar un tratamiento interdisciplinario. Pero fue más allá de lo terapéutico. “Lo único que pudo llegar a lo más profundo de mi corazón”, afirma el testimonio, “fue un encuentro sobrenatural con Jesús”.

El proceso no fue mágico ni inmediato. La intervención de profesionales de la salud fue clave: “Los profesionales de la salud fueron fundamentales en mi proceso de recuperación”, acompañando con estrategias, desintoxicación y construcción de resiliencia. Sin embargo, “ni las terapias, ni los estímulos, ni los logros que obtenía en los más sinceros esfuerzos que hacía” llenaban el vacío interior.

Todo cambió “el día que abrí mi corazón”, cuando el autor se animó a confesar sus miserias y su dolor “a quien podía librarme de la esclavitud del pecado”. Desde allí comenzó una transformación de adentro hacia afuera. “Jesús nos hace libres de adentro hacia afuera”, afirma, reconociendo que el milagro puede no ser instantáneo, pero sí profundo y real.

“Jesús perfecciona la obra que empezó”, dice con fe. En cada paso, “las bendiciones no acaban”, y “lo más maravilloso del milagro no es el milagro en sí mismo, sino la experiencia del encuentro con el hacedor del milagro”.

En este recorrido, se destaca el rol clave de la Iglesia. “La Iglesia con mucho esfuerzo logró ayudarnos”, sostiene el testimonio, al tiempo que se reconoce que no basta con atender las necesidades básicas: “no debemos perder de vista la complejidad de las heridas causadas”.

La Iglesia hoy se encuentra desafiada a ofrecer una propuesta más amplia y profunda. “La Iglesia sigue siendo desafiada a revisar la propuesta de prevención y atención a las problemáticas tan complejas que afectan a las familias”, como el consumo problemático. Para eso, “la mirada pastoral debe dejar de poner el foco en lo que las personas consumen, para mirar lo que consume a las personas”.

Este abordaje implica reconocer que “los procesos de recuperación de las personas afectadas por consumo de sustancias y conductas compulsivas son muy complejos” y demandan un enfoque interdisciplinario, que articule lo espiritual con lo profesional, lo comunitario con lo emocional.

En respuesta, “hoy podemos ver a muchas familias que se encuentran en las congregaciones”, encontrando allí “un refugio, un espacio de desahogo, de contención y de orientación”.

En las iglesias se trabaja cada vez más des

de edades tempranas en la prevención específica de las adicciones. Se cuida especialmente a los adolescentes, se promueve “la salud física, mental, social y espiritual”, y se fortalece la integración de equipos pastorales y profesionales. “La ciencia y la fe siguen achicando las distancias para generar la sinergia necesaria a fin de acompañar a las familias de forma más efectiva”.

Las congregaciones también forman parte de redes territoriales, articulando con escuelas, clubes, centros comunitarios y el Estado. El llamado a actuar no nace del contexto, sino del compromiso espiritual: “El Dios del tiempo, quien desde que nos llamó para ser parte de Su Misión, nos aclaró que son las almas el valor más preciado”, y por eso “debemos trabajar de forma organizada pero con prisa por acercar la salvación que hay en Jesús”.

En el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Narcotráfico y el Consumo Ilícito de Drogas, la Iglesia levanta su voz: “La Iglesia de Jesús le dice SÍ a la recuperación y a la prevención”.

Para eso, se ofrecen actividades de celebración, meditación, tiempos de oración, consejería, escucha, conexión y confesión, buscando intencionalmente afectar positivamente la integralidad de la salud. Porque, en definitiva, “Jesús siempre demostró poder resolver necesidades”, mirando con profundidad, ternura y compasión.