Ha hecho cosas muy buenas el Gobierno de Javier Milei, ha dicho muchas verdades también. Que quede claro que Milei no ganó las elecciones por casualidad, sino porque lo ayudaron las pésimas gestiones de los sucesivos gobiernos macristas-radicales y peronistas, y porque acertó en un discurso que leyó a la perfección lo que la sociedad sentía.
Milei denunció a los privilegios de la casta política, habló de pasar una motosierra por los gastos inútiles del Estado, de atacar a los ñoquis y los curros de la política. Y la gente lo votó y lo apoyó.
Pero ahora le pifió bien fiero. Celebrar el veto a un mínimo aumento a jubilados con un ostentoso asado, llamando “héroes” a los legisladores que fueron cómplices es de las estupideces más grande que se hayan visto.
Si Milei no quería que el aumento saliera y logró frustrarlo, bien. Logró lo que quería. Lo hizo con el dudoso comportamiento de diputados radicales que se dieron vuelta como panqueques después de ir a verlo y hasta fueron sancionados por su partido. Pero Milei consiguió su objetivo y puede darse por satisfecho.
De ahí a celebrar y dar a conocer un asado, cuando son los maltratados jubilados, que reciben gases y palos, los principales perjudicados, es una tontera que puede tener consecuencias.
Milei llegó para plantear un cambio profundo en el país. No puede dejar ahora que se lo coma el personaje. Todos esos shows que a lo mejor le servían en campaña, no son buenos ahora que ejerce la Presidencia de la Nación.
Capaz que podría revisar su lista de asesores, porque le salió mal la presentación del presupuesto 2025 en el Congreso, y definitivamente está mal ese asado que organizó para festejar no se sabe qué.
Ya no necesita provocar a cada paso, ya ganó la elección.
Hace falta ser y parecer. Hacer falta actuar con más inteligencia cuando se gobierna. Hace falta política también. Milei hizo una de más y ese apoyo que la gente le brinda estoicamente, no va a ser eterno si no se despide de estas giladas.