Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof no se hablan desde hace cinco meses. La última vez que compartieron una reunión fue a fines de diciembre de 2024, en las oficinas del senador Mariano Recalde, ubicadas en el barrio porteño de San Telmo. Aquella mesa también reunió a Máximo Kirchner y a Sergio Massa, y tuvo como eje una discusión ríspida sobre el posible desdoblamiento de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. El encuentro terminó mal, y desde entonces, el silencio domina el vínculo entre la ex mandataria y el gobernador.
Desde el entorno de Kicillof aseguran que esa reunión fue una “encerrona” para marcarle la cancha, mientras que en el cristinismo afirman que hubo gestos de unidad y apertura por parte de la ex presidenta. En los últimos doce meses, hubo cuatro encuentros clave entre ambos que terminaron con más tensiones que consensos. Incluso, en un acto público compartido en La Plata, donde se celebró el aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo, apenas intercambiaron un saludo frío, con Estela de Carlotto como incómoda mediadora.
A pesar del silencio directo, el diálogo no está completamente roto: Verónica Magario y Fernando Espinoza actúan como puentes entre los dos sectores. Ambos son cercanos al gobernador y mantienen contacto con Cristina en el Instituto Patria. La semana pasada, la ex presidenta se reunió con un grupo de intendentes, entre ellos Espinoza, y a través suyo le envió un mensaje claro a Kicillof: “Yo trabajo por la unidad”.
Sin embargo, en el entorno del gobernador afirman que cuando intentó comunicarse directamente hace dos meses, fue desviado hacia Máximo Kirchner. Del lado de CFK, recalcan que discutir quién llama primero es inútil y que ya hubo señales claras de su voluntad de acercamiento.
La disputa no es solo política. También hay heridas personales que aún no sanan. El trasfondo de la pelea está cargado de tensiones sobre el poder, el armado electoral, el rol de La Cámpora y la autonomía que exige Kicillof tras seis años de gestión en la provincia. Mientras tanto, el Movimiento Directo al Futuro (MDF), que lidera el Gobernador, prepara su lanzamiento formal, lo que en algunos sectores del kirchnerismo es leído como una amenaza de ruptura.
“El acto de La Plata es una muestra de poder. Axel está muy plantado. No quiere romper, pero quiere respeto”, sostiene un intendente del conurbano. En el cristinismo, por su parte, entienden que Kicillof necesita mostrar autoridad frente a los suyos para negociar con fuerza, pero advierten que sin una unidad concreta, el proyecto corre peligro.
La idea de una foto entre ambos reapareció tras una declaración de la senadora Teresa García, pero desde el kicillofismo contestaron con contundencia: “La foto es el final de una negociación, no el principio”.
Hoy, el peronismo bonaerense camina por la cornisa. La fractura entre sus dos figuras más fuertes amenaza con arrastrar al resto. Como definió un dirigente de La Cámpora: “Son dos trenes a punto de chocar. Alguien va a tener que frenar, porque sin unidad, la derrota está asegurada”.