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El costo parasitario

La inflación arrasa, las facturas de los servicios estallan, los sueldos no alcanzan y todos los días alguien habla de la necesidad de ajustar el gasto público, igual que se echa mano a la excusa de los problemas económicos para explicarle a los trabajadores que no se les puede aumentar el sueldo.

Pero el gran gasto del Estado, nacional y provincial, es el costo parasitario, una serie de gastos que se comen gran parte del presupuesto público con beneficio cero para el pueblo: es lo cuesta mantener a los parásitos de la política, miles y miles de funcionarios ejecutivos, legislativos y judiciales que viven como reyes, la mayoría sin aportar nada de nada.

Son como un ejército de termitas que se alimentan del Estado, que gozan de toda clase de privilegios y comodidades, cobertura de gastos, vacaciones, sueldos de lujo, jubilaciones millonarias y el beneficio de acomodar a familiares y amigos que se prenden también a la teta del Estado.

Son los ñoquis, pero ñoquis con caviar y champagne, que se sirven del Estado y el dinero público a veces durante décadas, que viven sus vidas despreocupadamente, que jamás marcan tarjeta ni firman planillas ni les toman asistencia, son la casta mantenida por los plebeyos esclavos.

Ellos viven en su mundo, donde nunca es un problema quedarse sin yerba o que les corten la luz, no sufren por el vencimiento de la tarjeta ni saben cuánto cuesta cargar la boleta SUBE. Ellos tienen choferes y secretarias, y una semana agitada es la que tienen que hacer tres reuniones por zoom y viajar dos veces en avión.

Son bastante cínicos, y no se les mueve un pelo cuando hablan de hacer “sacrificios”, aunque ellos no hacen ninguno. Y hasta se ponen serios y hablan de poner fin a los privilegios, pero al mismo tiempo gozan de esos privilegios abusivos ellos y gran parte de sus familias.

Son los mismos que se sorprenden cuando ven lo que mide Javier Milei en las encuestas, con un discurso que se basa en señalar las asquerosas desigualdades entre políticos y la gente común.

El gasto parasitario es el gran problema, una suerte de corrupción aceptada y avalada, sobre la que nunca se avanza porque beneficia a todos por igual.

Cuando veas esas caras sonrientes en los afiches que te piden el voto, recordá que lo que te piden es que los votes para seguir gozando de la vida a costa tuya.

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