Fueron gobierno veinte años seguidos en Catamarca, se cebaron y perdieron el poder cuando se habían convencido de que iban a reinar “20, 40, 60 años más”. Entraron en un tobogán de desprestigio y empezaron a perder luego voto a voto, haciendo elecciones cada vez peores. Salieron cuartos en las últimas elecciones, y hoy el gran debate radical es si se unen a los libertarios o los peronistas para tener la chance de conseguir algún cargo. Antes fueron socios del PRO, de la Coalición Cívica, escoltas del macrismo. Les falta sondear si los recibe el Partido Obrero.
Pocas veces se vio un desplome tan dramático en la política catamarqueña. Porque también el peronismo cayó en la mala con la caída de Ramón Saadi. Y hubo traidores y quienes huyeron. Pero el peronismo siguió siendo el peronismo. Era perdedor, se dividía, pero era peronismo.
Por ahí asomaba Luis Barrionuevo a querer copar la parada. Por ahí Ramón intentaba hacer fuerza. No le alcanzaba, pero la gran mayoría seguían siendo peronistas.
Hoy el radicalismo no se sabe qué es. Cada uno corre desesperado por su lado para ver dónde se puede acomodar y cualquier colectivo lo deja bien. No hay un programa de gobierno, no hay propuestas serias, no hay plan A ni plan B.
No tienen discurso, repitieron años la historia del Caso Morales, después se colgaron del antikirchnerismo (olvidando que los catamarqueños fueron de los primeros radicales K, en la peor jugada de su historia en la provincia que llevó a la tumba al Frente Cívico y Social), y en general viven declarando según marque la agenda de TN.
Se los ve más en los medios que en las calles, por eso suman titulares pero no suman votos, al contrario, los pierden.
Hacen buenas denuncias cada tanto, es cierto, pero la gente no vota denuncias. Los denunciantes ganan fama pero no cargos: ahí anda Elisa Carrió, que hizo de las denuncias su bandera. Le fue bárbaro para hacerse conocida, pero en cada elección presidencial que se presentó la aplastaron.
Todos los años hacen lo mismo: van a sacarse fotos a escuelas rotas en marzo, se quejan del vaciamiento de la salud, tratan de prenderse en algún crimen con repercusión, tratan de plegarse con alguna protesta gremial. Algunos arreglan con el gobierno, porque siempre algún caballito de Troya tienen adentro del comité.
Un par de declaraciones más y ya está, a descansar hasta la próxima campaña.
A un pobre Brizuela del Moral gastado y peleado con la Casa Rosada, terminado políticamente, lo pusieron de candidato a gobernador ¡dos veces más! Porque no tenían a nadie a quién poner. Después pusieron a Roberto Gómez que fue candidato a gobernador y lo borraron del mapa. Después a Flavio Fama, que era un recién llegado a la política tan perdido como los demás, como que lanzó una alianza con Dalmacio Mera y venía perdiendo en cuanta elección se presentó.
Al día de hoy todavía están los que ilusamente esperan a ver qué ordena Oscar Castillo, el mismo que se dio todos los gustos personales mientras mandaba al resto al horno. No aprenden más.
Ahora están presididos por un Alfredo Marchioli que ganó una interna con bajísima participación y debutó con una ninguneada porque anunciaron una alianza para competir por el gobierno sin avisarle. Después dijeron que iban todos juntos, después armaron dos listas para que se definiera en las PASO. Y claro, no los votó nadie.
¿Se ordenaron? ¿Volvieron a las fuentes? No, ahora andan buscando refugio, unos bajo la peluca de Milei, otros en el PJ, otros donde sea.
Los más creativos hablan de reeditar el Frente Cívico… ¡pasaron 35 años! ¡Cambien el casete!
Muchachos, se quejan de Raúl Jalil, pero ustedes lo ayudan bastante. Una oposición así es en gran parte responsable de que el gobierno haga lo que se le de la gana.