En cumplimiento de una de sus promesas de campaña, el expresidente Donald Trump inauguró la Oficina de Fe de la Casa Blanca, una iniciativa que, según sus colaboradores, busca devolver a Estados Unidos su carácter de nación de oración y fortalecer el rol de la religión en la vida pública.
Para liderar esta oficina, Trump convocó a dos personas de su confianza: la pastora y asesora espiritual Paula White-Cain, y Jenny Korn, directora de fe. Ambos aceptaron el desafío con entusiasmo, destacando la oportunidad de trabajar por los valores fundacionales del país.
“Llevo 40 años en el ministerio y sentí que sería un error, incluso un pecado, no asumir esta responsabilidad. Queremos intentar devolverle a la nación su propósito divino y darle una oportunidad al futuro”, expresó White-Cain.
Por su parte, Korn subrayó la importancia de la nueva oficina para defender la libertad religiosa. “Muchos creen que en Estados Unidos todavía se conserva la libertad religiosa, pero puedo contar miles de historias donde personas de fe han sido discriminadas. Esta es una oportunidad para actuar desde el corazón del gobierno”, afirmó.
La Oficina de Fe, establecida mediante una orden ejecutiva, tiene como objetivo asistir a entidades religiosas, organizaciones comunitarias y lugares de culto en iniciativas que fortalezcan a las familias, promuevan el trabajo y la autosuficiencia, y protejan las libertades religiosas. Asimismo, contempla un grupo de trabajo liderado por la fiscal general Pam Bondi para enfrentar la discriminación religiosa, incluyendo el antisemitismo en los campus universitarios.
“No se va a tolerar el odio ni el daño hacia nadie”, declaró Bondi. “Nuestra oficina está decidida a garantizar que no haya prejuicios ni incitación al odio”.
En semanas recientes, la administración Trump tomó medidas contra manifestantes pro-Hamás y pro-Palestina en las universidades de Columbia y Barnard College, donde se reportaron amenazas contra estudiantes judíos. Como respuesta, el expresidente bloqueó 400 millones de dólares en subvenciones federales hasta que las autoridades universitarias tomaran acciones.
“Los rectores permitieron que los estudiantes judíos vivieran con miedo, fueran discriminados y atacados”, denunció Korn. “El presidente Trump dijo que eso no volvería a suceder”.
Además del enfoque nacional, la Oficina de Fe también tiene una proyección internacional. Una de sus metas es luchar contra la persecución de cristianos en distintas regiones del mundo. “Sabemos dónde están los focos de persecución. Trabajamos para que nuestro gobierno coopere con otros y actúe en consecuencia”, explicó Korn.
La iniciativa también promueve el diálogo con líderes religiosos. Muchos han sido invitados a la Casa Blanca para debatir políticas que afectan a sus comunidades. White-Cain aseguró que el expresidente no solo escucha, sino que también participa activamente en oraciones con ellos. “Tengo una relación de 24 años con él. A veces oro por él sin una reunión formal. Se ha acostumbrado a que impongamos las manos y oremos juntos”.
White-Cain y Korn aseguraron que Trump ha replicado esta política en todo su gabinete, estableciendo oficinas religiosas en cada departamento. La sede principal se ubica en el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Ambos funcionarios coinciden en que el objetivo último es unir al país a través de la fe, más allá de diferencias políticas. “No preguntamos si son republicanos o demócratas cuando vienen a nuestras reuniones. Lo importante es que quieran lograr algo y tengan voz”, señaló Korn.
Tanto White-Cain como Korn insisten en que Estados Unidos fue fundado sobre principios piadosos y que no se debe olvidar ese origen. “El gobierno no puede imponer una religión, pero sí puede reconocer el valor de la fe. Como dice nuestra moneda: ‘En Dios confiamos’”.