Los tiempos políticos corrieron más rápido que los judiciales en el caso de Daniel Zelaya, quien ya dejó su banca de concejal y la presidencia del Concejo Deliberante, a partir de la denuncia de abuso sexual presentada en su contra.
El edil anunció esta mañana que se tomará una licencia para ponerse “a disposición” de la Justicia, y proclamó su inocencia, en el grave caso que tomó estado público porque la denunciante lo dio a conocer a través de las redes sociales, con escabrosos detalles.
Como anticipó este Catucho, la maniobra habría sido apurada por la presión política, ante la posibilidad de que se promoviera una expulsión y se desatara un escándalo aun mayor.
La apuesta de Zelaya sería que la Justicia tucumana declare la proscripción del caso, y por ende que la causa desaparezca y nunca se llegue a juicio. Para ello se intentaría descalificar las acusaciones de la víctima con un fuerte contraataque.
El hasta ayer presidente del Concejo Deliberante espera retornar a su cargo una vez que el caso pierda entidad, pero en un año electoral nadie quiere correr riesgos y por eso se aceleró su partida “voluntaria”.
La situación se allanaría para Zelaya si efectivamente la denuncia se rechaza, pero la denunciante tiene una carta a su favor, ya que cuando sufrió las supuestas agresiones tenía solo ocho años, y la Ley N° 27.206 que se aprobó en 2015 modificó el Código Penal para prescripción de delitos sexuales y trata, específicamente “se suspende la prescripción mientras la víctima sea menor de edad y hasta que habiendo cumplido la mayoría de edad formule por sí la denuncia o ratifique la formulada por sus representantes legales durante su minoría de edad”.
Eso significa que si una niña sufre un abuso y recién lo revela al ser mayor de edad, los años que pasaron entre el hecho y la denuncia no son contemplados para la prescripción.
En este caso, que la denuncia contra Zelaya sea por algo presuntamente ocurrido hace muchos años, no invalida la denuncia.
En todo caso, ahora se abre la batalla judicial y allí Zelaya dará pelea. La batalla política la perdió muy rápido.
