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Nada distinto para contar

Tibio y calmo domingo por la tarde en el Valle Central. Clima ideal que invita a pasear. Parece el marco perfecto para dos eventos relacionados con el turismo: el cierre de la Fiesta del Poncho y la presentación de la campaña de marketing turístico “Algo distinto para contar”, en la que la Provincia invirtió varios millones. Como ya es costumbre en estos acontecimientos, los funcionarios sobreabundan en valoraciones y promesas sobre el turismo. Pero, en la realidad, todo sigue igual, sin nada nuevo que contar.

“Es el momento para poner al turismo en el lugar que uno siempre viene añorando para Catamarca”, promete la secretaria de Promoción Turística de la Nación, la catamarqueña Yanina Martinez, de eventual visita por Catamarca. En la misma línea grandilocuente y de optimismo barato, el gobernador Raul Jalil asegura que la provincia está “ante una enorme oportunidad de volver a poner en marcha ese motor que es el turismo”. Mientras tanto, a escasos 18 kilómetros del centro de la Capital, decenas de paseantes y visitantes se frustraron en su intento de visitar un ícono del turismo en la Provincia.

En la cima del cerro Ancasti, el punto más alto de la emblemática Cuesta del Portezuelo, en ese mirador natural luego usufructuado con la construcción de una hostería, carteles de “prohibido pasar”y palos cruzados impidiendo el paso, alejan a los visitantes. Restricción que, por si los letreros y las vayas no fueran lo suficientemente disuasivos, es impuesta por un maleducado cuidador que, al estilo ogro, espanta a los maltratados visitantes, que no tienen más remedio que pegar la vuelta y buscar otro lugar desde donde contemplar el paisaje.

Porque no es que solo está cerrada la hostería como lugar de alojamiento. O que no funciona el bar y se deja sin comida a potenciales clientes. No, lo que está cerrado es todo el predio. Incluidos el mirador al que la gente sube para constatar que “mirando abajo parece un sueño”, como invita la emblemática zamba que hizo famosa a la provincia. Tampoco se puede usar con comodidad o libertad la pista de parapente desde la cual se pueden hacer unos mágicos saltos hacia esa inmensidad, que se ve truncado por la insólita prohibición de entrar al predio.

Hay un paisaje natural imponente, vistas espectaculares, infraestructura de hostelería que costó inversiones millonarias y visitantes ansiosos por disfrutar del lugar. Pero el sitio turístico por excelencia está cerrado, cercado y custodiado para que nadie se acerque. En el valle, los funcionarios llenándose la boca sobre el turismo cuando presentan costosísimas acciones publicitarias. En el escenario del Festival del Poncho los artistas repiten hasta el cansancio “Paisajes de Catamarca”. Pero en la cumbre del cerro está la preocupante realidad, la verdadera cara del turismo de la provincia.

Esta es solo una experiencia de tantísimas otras que se pueden añadir a la lista de las causas del histórico, crónico y rotundo fracaso de la Provincia en hacer crecer el turismo. Infraestructura insuficiente, servicios mediocres, dificultades para acceder a la información, desconexión digital, deficiencia en el transporte… las maravillas naturales y las bondades naturales de su territorio no logran disimular las falencias y los recurrentes yerros de los gestores públicos del turismo.

Esa es la disociación crónica entre la declamación y la acción que posterga a Catamarca en el turismo. En los discursos, palabras grandilocuentes y esas estériles y repetidas promesas de aprovechar las maravillosas oportunidades que “natura” le da a Catamarca. 

“Cuando uno habla de turismo habla de trabajo, habla de oportunidades, habla de inversión, de obras”, sobreactúa su perorata la funcionaria nacional. Mientras tanto, los turistas chocan contra un cartel de prohibido pasar y postes cruzados que los ahuyentan. Y juntos con los visitantes, se ahuyenta al turismo. La misma historia de siempre. Nada distinto para contar.

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