Susana Zenteno y José Luis Martínez combatirán en las urnas por la candidatura oficialista a la intendencia de Valle Viejo, enfrentamiento que desató una guerra fría de padrinazgos y búsqueda de ayudas para imponerse en las PASO, con el juramento silencioso de que el perdedor abandonará el campo de batalla antes de la general.
Zenteno ya sabe de estas jugadas: en 2019 le ganó a “Abeto” Barrionuevo la interna, y luego su rival se convirtió en el primer opositor, no sólo trabajando para el radicalismo, sino arrebatándole el Concejo Deliberante.
Todo indica que se repetirá la lógica: quien pierda la candidatura no va a mover un pelo para ayudar a su vencedor, porque eso de que “el que gana conduce y el que pierde acompaña” no existe. El que pierde se enoja y si te puede liquidar te liquida. Acompañando no se gana nada, dándose vuelta alguito se puede conseguir.
Por lo pronto, Martínez ya consiguió el pleno respaldo de Natalia Soria, una exintendenta que tiene espaldas anchas, y que en su momento llegó a la municipalidad ganándole sola y por afuera a peronistas y radicales.
Zenteno dice que está bien en las encuestas, pero se ve en problemas serios, porque le quedan unas semanas para hacer lo que nunca hizo: trabajar con la gente, resolver problemas, conducir. Más ocupada en organizar fiestas y conseguir índices para familiares, ahora contrató un equipo de “marketing” para maquillar una gestión opaca, que lo único que puede mostrar es algunas obras hechas por provincia.
El eterno problema de las cloacas, que después de una década sigue en promesas, y la brutal diferencia entre lo que cobran los trabajadores municipales y sus selectos amigos/funcionarios, podrían acelerar su caída.
Las fotos besando niños al estilo Corpacci ya no le estarían rindiendo, y la calle la perdió ante Soria y su gente.
Hubo un intento por mantener a Martínez como candidato a senador y cerrar filas, pero Martínez olió la oportunidad y se lanzó al ruedo. Todo está por verse. Zenteno implora por recursos para mantener el poder, mientras una ola peronista renovadora quiere que su primer mandato sea también el último.
La visión del catucho
