Éramos tan peronistas…

Peronismo y radicalismo pasan por una misma etapa: la desbandada. El león amenazaba con comérselos a todos, pero no le hace falta, porque uno a uno van saltando de sus barcos para unirse a las fuerzas del cielo.

Peronismo y radicalismo tienen un mismo problema: la falta de conducción. Nadie se cree que Martín Lousteau manda sobre todos los radicales, ni Lousteau, que es el presidente. Nadie se cree que Cristina es la que manda sobre todos los peronistas, ni Cristina, que es “presidenta” aunque no le ganó la interna a nadie, sino que asumió tras impugnarse a su competidor, el riojano Ricardo Quintela.

Milei ya casi no tiene oposición, porque no se cayó a los dos meses, ni a los tres, ni a los cuatro ni al año. Y los políticos, muchos de los cuales se quedan en el llano en poco tiempo, están recalculando.

Nadie quiere ir a la trinchera a morir por sus ideas, sobre todo si las puertas del oficialismo están abiertas. Y allá van, desde Rodrigo De Loredo y Luis Juez, hasta Daniel Scioli y Camau Espínola, desde Francisco Monti hasta la tropa completa de los diputados catamarqueños de UP en el Congreso, que en la última sesión votaron todos abrazados con los libertarios.

Lo del radicalismo no llama tanto la atención porque hace rato que vienen en decadencia. El último presidente radical fue De la Rúa, elegido hace más de un cuarto de siglo. En la última elección no hubo ni siquiera un candidato radical. Entonces se entiende más que vayan corriendo para todos lados, buscando una sombrilla y un sueldo del Estado.

Pero el peronismo sorprende. Porque después del fiasco de Alberto muchos se imaginaron que Cristina volvería a tomar la batuta. Y la tomó, pero no le da bola nadie. Está cada día más sola y aislada.

Los gobernadores se van con Milei, los militantes no saben dónde ir, los legisladores andan como bola sin manija, los intendentes ruegan por plata fresca y no tienen ganas de dar la vida por nadie.

A Cristina sólo le va quedando un grupito de fanáticos nostalgiosos de la década ganada. Y la próxima derrota se huele en el aire. Muchos peronistas dicen eso: “Hay que perder ahora para que se vaya del todo”.

“No conduce, no manda, no hace actos. Es una tuitera más, y quiere arrastrarnos a todos para zafar de sus causas judiciales. Basta”, se escuha.

Señores, nadie se quiere inmolar por Cristina, esta Cristina que les vendió a todos el buzón del Alberto y después dijo “Yo no fui”.

Y ahora parece que se le divide el ganado en el Senado, donde por Catamarca solo le quedaría Corpacci, una de sus pocas incondicionales.

“Joao” Andrada, que pasó de saadista a corpacista y después a jalilista, suena como uno de los que se separaría para armar un bloque diferente.

Unión por la Patria en la Cámara de Senadores tiene 33 miembros y está cerca de partirse. En UxP ya conviven dos bloques, el Frente Nacional y Popular -tiene 17 senadores y lo preside José Mayans- y Unidad Ciudadana, de 16 integrantes y presidido por Juliana Di Tullio. El formoseño es además jefe del interbloque.

Pero esa división en dos bloques fue una creación ficticia ideada por Cristina Kirchner para tratar de apoderarse de un asiento más en el Consejo de la Magistratura. El nuevo bloque que está por nacer no sería un artificio. Son senadores que buscan manejarse con autonomía política y que quieren dejar en claro que no están alineados con el liderazgo de Cristina en el Partido Justicialista Nacional.

Según Clarín, entre los senadores que se empezaron a mover para el armado de ese bloque se encuentran el riojano Fernando Rejal, el catamarqueño Guillermo Andrada y el santafesino Marcelo Lewandoski. Uno de los rebeldes se limitó a decir: “Somos más de cinco”. Dijo además que no habían hablado con Mayans pero que entendía que el formoseño debía estar al tanto de sus planes porque “es un zorro viejo” que sabe “anticipar las jugadas de los demás”.

Lo cierto es que el peronismo se desarma como un castillito de arena. Y habrá más bajas en las próximas semanas.