La protesta docente de hace una semana, y la temerosa reacción del gobierno, que antes de que terminara la manifestación ya había dado marcha atrás con el decreto cuestionado de cobertura de cargos, tuvo el efecto más previsible.
Ahora, envalentonados, todos los sectores estatales salieron a protestar. Policías, sanitaristas, más docentes, administrativos, viales, agentes, obreros, todos salieron a las calles para reclamar un aumento salarial del 30 por ciento, y de yapa liquidaron a los gremios, avisando que el histórico curro de arreglar para dos o tres sindicalistas y entregar a los trabajadores en un paquete con moño ya no va más.
Ya se anunció otra marcha para el jueves y en el gobierno hay muchísima preocupación. Lo que todos se preguntan es cómo van a frenar las protestas ahora, que ya no tienen sindicatos para negociar y los trabajadores están decididos a ganar las calles.
La gente viene enojada hace rato, le sacaron el One Shot que era de lo poco que tenían, y ahora les quiere vender el buzón del “Marcatón”, una especie de mala promo con mínimos descuentos y un sistema que nadie entendió.
Es que los trabajadores no son tontos. Por mucho que el gobierno llore y diga que no hay plata, la diferencia de calidad de vida entre funcionarios y pueblo es muy grosera.
Unos van a pata, otros en camionetas de lujo con chofer. Unos pasan las vacaciones en su casa a mate cocido, otros recorren Europa, China y el Caribe. Unos cuentan monedas para pagar la luz, los remedios, el colectivo. Otros tienen cada día más propiedades.
Para unos todo es amenaza y avisos de que no hay vacantes, para otros salen nombramientos, índices, cargos inventados y festival de sueldos regalados.
Todo esto lo construyó el propio gobierno, con un discurso mentiroso y grosero. Como los anuncios de inversiones multimillonarias en dólares que jamás, no por error, llegan a la gente. Todos son negocios para funcionarios y familiares, mientras la gente pasa hambre. Y llega un momento en que la gente se harta. Y ese momento es ahora.
Hasta el año pasado en los partes de prensa se hacía un cordón cuneta y ponían cuántos millones se habían invertido. Todo era millones de acá, millones de allá. Como después inventaron el verso de la emergencia, de la noche a la mañana ahora no hay un solo número en los partes. Se habla de rutas, de asfaltado, de supuestas obras, y jamás se dice cuánto cuestan. ¿Por qué? Porque el gobierno miente mucho y cada vez tiene que esconder más. Porque lleva hace tiempo ese doble discurso de que hay plata y orden o que no hay plata para nada según con quien hable. Y es difícil sostener una mentira todo el tiempo.
Ahora los trabajadores están de pie, y no van a renunciar a su lucha. Piden el 30 por ciento porque saben que hay dinero. Lo saben porque lo ven en los funcionarios, en los nombramientos, en los favores políticos, en los ñoquis amigos, en los ministros que salen por una puerta y entran por la otra. Y ahora van por lo suyo.
Porque ese dinero con el que la casta vive y disfruta tantos privilegios, es de la gente.