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Del lado de la ética

La administración de la escasez de vacunas contra el coronavirus planteó un intenso debate político y social. Desde que llegaron al país, y a Catamarca, las primeras dosis, el Gobiernos asumió la tarea de distribuir los inoculantes. E implícitamente, se arrogó la decisión de definir quiénes y cuándo serían vacunados. 

Fue un escenario en el que, inevitablemente, se plantearon dilemas éticos y discusiones legales, que marcaron una línea que dividió al poder político en dos; los que usufructuaron de su posición para acceder rápidamente a la vacunación y los que entendieron que, moralmente, estaban impelidos a dejar el lugar a los más urgidos y ponerse detrás en la fila.

“¿Quienes tienen prioridad para recibir la vacuna?”, planteaba, allá por el mes de febrero, en forma de pregunta retórica la fallecida diputada provincial Marita Colombo. No sólo denunciando el “Vacunagate” que se destapaba en ese momento, dejando a la vista sistemas de vacunación de privilegio, sino también cuestionando la prioridad auto otorgada por la clase política. Variantes y matices del mismo modelo que aprovecha las prerrogativas y acapara beneficios.

El enérgico planteo de la legisladora radical no solo apuntaba a denunciar lo “ilegal”, sino también a marcar lo “ético”, flanco de análisis generalmente pisoteado en momentos de crisis y emergencia. Un advertencia a la clase política de que era momento de ser, no solamente lícito, sino también moral y altruista en el ejercicio de la administración de la vacuna.

“Que el gobierno de Catamarca  pida disculpas por  instaurar un nuevo privilegio  vacunando a  dirigentes políticos y postergando a quienes  también  están en la trinchera junto al  personal de salud, como son los policías,  trabajadores municipales, docentes y pacientes de riesgo”, posteaba Colombo en su perfil de Facebook. No se trataba solamente de repudiar la vacunación ilegal del “vacunagate”. Sino también, el sistema anti-ético de vacunación de políticos, autopercibidos como “escenciales”.

“Estoy convencida que son pésimas decisiones politiqueras, demagógicas y circenses adoptadas por quienes,  obnubilados por el ejercicio del poder,  olvidan el contexto de urgencias sociales y sanitarias en los que se debate la población”, continuaba la respetada dirigente.

En ese momento, Marita Colombo trazó una línea ideológica y moral, eligió su lado y allí permaneció. Aunque las decisiones con base en la ética muchas veces no granjeen beneficios, la diputada pregonó y vivió su convencimiento de que sería “aberrante” aprovechar la pertenencia al poder político para servirse de los privilegios. Y allí se mantuvo, hasta las últimas consecuencias.

Del otro lado de esa línea, decantados hacia el lado del oportunismo y egoísmo, muchos funcionarios políticos aprovecharon el injusto sistema de privilegios y pusieron el hombro. Sonrientes, en pose como estrellas de cine, ufanándose de la distinguida posición de “indispensables” y hasta proclamandose héroes, muchos de estos retrataron el momento en el que recibían una, y hasta las dos, dosis de la vacuna. Esa que la diputada Colombo rechazó recibir antes de que el cronograma general, el que no distingue pacientes VIP, así lo indicará.

Cuando, en Catamarca, estos políticos fueron señalados por haberse vacunado, su defensa se basó en señalar la legalidad de su vacunación. Es verdad, no era ilegal según las reglas de un sistema de privilegios que ellos mismos habían decidido, definiéndose como “escenciales”. Pero, la vacunación de funcionarios jóvenes y sanos, aunque estuviera “legalizada”, nunca llegaría a status de ética o moral. Todo lo contrario.

El devenir de los acontecimientos, lo que llaman “la vida”, muchas veces plantea tristes paradojas. Quiso la penosa casualidad que con muy pocos días de diferencia la diputada Marita Colombo y el intendente Guillermo Ferreyra fueron diagnosticados positivos de coronavirus. 

“Buenas noches amigos y amigas. Estoy con diagnóstico de Covid y me encuentro intermada, espero que Dios y la Virgen me ayuden a recuperarme pronto”, comunicaba Colombo el 20 de abril. Un anuncio similar hacia el intendente de Fray Mamerto Esquiú el 8 de mayo.

Ambos esquiudenses, ambos políticos. Pero parados en distintos lados de la línea. Colombo, de 64 años, dentro de la edad considerada de riesgo, rechazó durante meses servirse de las ventajas “politiqueras”. Ferreyra, de 45 años, joven sano, vacunado por un sistema ventajero. Colombo murió de coronavirus, del lado de la ética que defendió y eligió. Ferreyra, en la vereda de enfrente, se recupera, asintomático, en su casa. 

1 COMENTARIO

  1. No es el campo politico el mejor lugar para buscar las mejores conclusiones. Es muy difícil, sino imposible, adivinar que actitud habrian asumido los protagonistas si los roles hubieran estado invertidos. Tampoco ayuda a nada generalizar acciones individuales, de un lado o del otro. Un buen ejemplo es la pandemia; cuando aparecio la peste todos decian que cuando pase seriamos mas buenos o mejores… aun no terminó y los sobrevivientes pareciera que compitetimos con la maldad del virus.

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