Se les escapa la tortuga

Con la minería, a Catamarca se le está escapando la tortuga… otra vez. Decían que el pésimo arreglo por la explotación de Alumbrera era producto de la falta de experiencia. Y que, con el aprendizaje de ese proyecto, los futuros emprendimientos se negociarían con más pericia a favor de la provincia. Pero resulta que el litio, “el oro blanco”, “el mineral del futuro”, el más puro y tan demandado, se está yendo de la puna catamarqueña por dos monedas.

En estos días, los gestores públicos de la minería aplauden fuerte y lanzan fuegos artificiales para celebrar acuerdos con empresas extranjeras interesadas en el litio de Catamarca. Pero el bullicio del festejo sobreactuado esconde la realidad de que la provincia está haciendo nuevamente un mal negocio con sus recursos no renovables.

“Tropieza tantas veces con una misma piedra” canta la chacarera, como si describiera el derrotero de Catamarca con la minería. Y, en esta historia, “la piedra” del tropiezo es dejar que las empresas se lleven de la provincia el mineral, como una producción primaria, sin casi ningún proceso de valor agregado. Perdiendo la chance de usufructuar de todos los potenciales beneficios económicos de los procesos industriales.

La “gran noticia” de esta semana fue que BMW firmó un contrato con la empresa Livent, que opera en el Salar del Hombre Muerto, para comprarle litio (Catamarqueño) por 334 millones de dólares. Los encabezados destacan los montos del acuerdo, hacen foco en el renombre de la automotriz por su jerarquía, presumen de la pureza del litio y proyectan el lugar que ocupará Catamarca en el ranking mundial de los productores del mineral. Pero toda la noticia se matiza, y devalúa, con un solo pero medular detalle: las células de batería para autos eléctricos, el producto final para el cual la firma alemana comprará el litio, se fabricarán en Europa. 

Con un contrato leonino (obviamente perjudicial para Catamarca) y con el nulo desarrollo de la provincia de los procesos complementarios, la explotación de Bajo La Alumbrera fue una expoliación de recursos naturales. En términos absolutos, los montos que recibió la provincia en concepto de regalías y utilidades (por su participación a través de YMAD) pueden parecer astronómicos. Pero comparados con las potenciales ganancias que se relegaron, fueron apenas unos chelines.

Entregar los recursos naturales como una materia prima, dejando que se vayan de la provincia sin siquiera tener procesos mínimos de manufactura es renunciar a la etapa más rentable. Sucedió con Bajo La Alumbrera y está volviendo a suceder con el litio. Con un agravante: las ganancias directas a las que puede aspirar Catamarca por los emprendimientos de la Puna son muchísimo menores que los que dejó la explotación de Alumbrera. 

Por empezar, en los emprendimientos de litio la provincia no participa de las utilidades, como sí las percibió por Alumbrera como socio de YMAD. Para ilustrarlo, en el período 1998-2019, por este ítem la provincia recibió unos 2.507.982.261 de pesos en dos décadas. Un concepto que el litio no aportará a las arcas provinciales.

Pero además, las regalías por la explotación del litio tampoco será un ingreso significativo, aún comparado con el mentiroso 3% del valor bocamina que pagaba Alumbrera. Esto, porque si bien el valor del litio ha aumentado a tasas muy importantes en los últimos años, los volúmenes de comercialización no se acercan a los generados por proyectos como el ya mencionado. Sumado a esto, el litio no se negocia con precios de referencia globales, como los commodities (más allá de ser una materia prima). Por lo que el precio de venta es un acuerdo entre comprador y vendedor, según las reglas del libre mercado.

Por ejemplo, la importancia del contrato de BMW con Livent para comprar litio por 334 millones de dólares es relativo al precio pactado para la venta. Que muy probablemente siga precios de mercado, aunque nadie lo garantiza. De hecho, podrían darse operaciones de autocompra a través de empresas asociadas o subsidiarias, con precios intencionalmente depreciados. Con lo que las regalías, pagadas contra factura según el precio de venta, podrían ser distorsionadas y generar pérdidas a la provincia.

De hecho, el contrato de la automotríz con la empresa Livent por el litio de Catamarca, es una estrategia de la empresa alemana para diversificar proveedores (que actualmente se concentraban en Australia) y mejorar el poder y condiciones de negociación, según sus intereses.

Es verdad que en el caso puntual de Livent, el contrato incluye el pago de un canon del 1,2% del Valor de Ventas Anual (VVA), destinado al Fondo Fiduciario Salar del Hombre Muerto, con el que se financian obras para las comunidades circundantes al proyecto. Sín embargo, tampoco es esa porción significativa en comparación con la torta que se cocina a partir del consumo de recursos no renovables de la provincia.

En ese escenario, sin utilidades y con modestas regalías, conformarse con las ganancias directas, sin aspirar a incrementar los recursos indirectos de la explotación minera, es dejar que la tortuga se vuelva a escapar. Cada etapa de industrialización posterior a la extracción es una fuente de importantes ingresos y motor de la economía. Ganancias que se resignan con cada tonelada de litio que se va de la provincia como materia prima.

Aun en el contexto regional, el tan declamado boom del litio encontró a Catamarca retrasada en relación a Salta y Jujuy, provincias con las que conforman el “triángulo del litio” en Argentina. Distritos que ya avanzaron en el desarrollo de algunas instancias de industrialización. Y en las que también procesan litio catamarqueño. Se esperaría que la Provincia condicionara la venta de sus recursos naturales a la posibilidad de sacarle el máximo rédito posible. 

En Catamarca, los gestores públicos de la minería aplauden la expansión de la producción y los contratos de venta del litio, con cifras que parecen impactantes. Pero junto con el litio que se va de la provincia como salmuera se pierden millonarias oportunidades de ingresos indirectos. Alguien podría pensar que el dueño de los recursos naturales, tan necesarios y codiciados, es el que impone las condiciones en la negociación. Pero, en Catamarca, eso no sucede. Al dueño de la pelota lo dejan sin jugar. La tortuga se está escapando otras vez y a la vista de todos.

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