La media sanción en Diputados para suspender las elecciones primarias no solo representó un triunfo político para el Gobierno, sino que también reavivó el debate sobre el momento en que se levantará el cepo cambiario. La reciente declaración del presidente Javier Milei, asegurando que “el 1° de enero de 2026 no existirá”, llevó a muchos analistas a prever que la salida del cepo podría darse más cerca de fin de año, luego de las elecciones generales del 26 de octubre.
El Ejecutivo busca evitar que la eliminación de las restricciones cambiarias ocurra en plena campaña, dado el riesgo de que una unificación apresurada genere una suba del dólar y un impacto inflacionario no deseado. La decisión de suspender las PASO, que originalmente estaban previstas para el 3 de agosto, extiende el margen de maniobra del Gobierno, permitiéndole avanzar en la salida del cepo con tiempo suficiente para corregir eventuales turbulencias antes de los comicios.
En el mercado financiero se especula con que un primer semestre sin elecciones, sumado a una buena cosecha agrícola, ingresos de dólares por el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) y un acuerdo con el FMI, facilitaría una flexibilización gradual del cepo. Sin embargo, nadie espera un levantamiento abrupto como el que aplicaron Mauricio Macri y Federico Sturzenegger en 2015. En cambio, la estrategia del Banco Central es desmontar las restricciones “capa por capa”, eliminando trabas al comercio exterior y reduciendo limitaciones en el mercado financiero.
La postergación del año electoral también da más margen para relajar medidas como el “parking” obligatorio para la compra de bonos, las restricciones cruzadas para operar en diferentes mercados y la polémica Comunicación A7340 del BCRA, que impide el uso inmediato de fondos provenientes de la venta de dólares financieros. Aun sin una unificación total del tipo de cambio, cada flexibilización es vista en la City como un paso más hacia el fin del cepo.
El Gobierno sigue apostando a la desaceleración de la inflación como su principal bandera electoral, pero también podría aprovechar la flexibilización cambiaria como argumento de campaña.