La campaña del miedo que se intentó en vano para frenar a Javier Milei, chocó en sus primeros días como presidente electo con un accionar más que racional, centrado e inteligente.
Milei no hizo ninguna locura, al contrario, le bajó los decibeles a todas las peleas y va construyendo su equipo buscando acercamientos y sin agitar peleas.
Llevó calma a todos los gobernadores al recordar algo que los gobernadores deberían saber: no puede el presidente eliminar la coparticipación.
Pero además habló con Alberto Fernández, en un desayuno que vino a convertirse en el día más agitado del año para Alberto, invitó al Papa a la Argentina, no cedió a las presiones periodísticas para que adelante nombres de su gabinete.
Anticipó, eso sí, que vendrán meses duros para ordenar el descalabro que deja el gobierno, pero eso era algo que ya se sabía.
Los que tanto miedo tenían, por el momento pueden quedarse tranquilos: Milei no está loco, no nombró ministro a su perro y parece que diferencia muy bien lo que fue la campaña de lo que tiene que hacer ahora institucionalmente.
Incluso comenzó a armar puentes con radicales, con el propio peronismo, dijo que valora la experiencia y la palabra de los expresidentes… más cuerdo que muchos.
Fíjense que los gobernadores están desesperados pidiendo plata y esto le da la razón a Milei. No piden plata para un puente o para un dique, piden plata porque no pueden cubrir los gastos corrientes, y eso significa que nombraron gente irresponsablemente, porque siempre aparecía la plata mágica para tapar su desorden y despilfarros.
Cuando Milei planteaba la necesidad de ajustar la política, se refería a esas cosas y como parece que la mano viene en serio, se empezaron a asustar y acomodar antes de que asuma.
¿Quién es loco irresponsable entonces?
El catucho
