Se terminó el kirchnerismo. Pueden tardar más o menos en aceptarlo, pero el kirchnerismo está políticamente muerto y sepultado. La soberana paliza que les propinó Javier Milei debería ser prueba suficiente para que lo entiendan. Y el riesgo es que si no lo hacen, el “león” se va a llevar puesto al peronismo también.
Mientras unos insisten en endiosar a una condenada por corrupción que baila en el balcón del departamento donde está presa, nueve millones de argentinos demostraron que no los quieren. No los quieren, no los pueden ni ver, así de sencillo.
Y unos cuantos peronistas insisten con que Cristina es la líder que los guía. No ven que los viene llevando de desastre en desastre, que hizo un pésimo segundo gobierno que terminó con la victoria de Mauricio Macri, y que cuando tuvo una nueva oportunidad, les enchufó a los argentinos a Alberto Fernández, una especie de alfombra roja para recibir a Milei.
Se terminó. Milei está lleno de problemas, no hay plata en la calle, todo está difícil, pero la gente prefiere eso, prefiere cualquier cosa antes que volver a darle poder a los K.
“Kirchnerismo nunca más”, dijeron los libertarios, y pintaron al país de violeta con esa consigna.
Ya hablaban de Axel Kicillof presidente, y en seis semanas lo hicieron polvo, remontándole una ventaja imposible de 15 puntos a pesar de que tuvieron que bajar al primer candidato de la boleta.
El país le dio a Milei mucho más poder que el que le dio en 2023, y dejó nocaut y sin palabras al Frente para la Victoria, Frente de todos, Unión por la Patria, Fuerza Patria o como se quieran llamar, porque cambian de nombre pero son siempre los mismos, y el país los rechazó otra vez.
Milei dijo que quería poner “el último clavo en el cajón del kirchnerismo”. Sueño cumplido. Evidentemente la mayoría del país quería lo mismo, y lo hizo.





