Resuenan en los comandos de todas las oficinas públicas los ecos de una insólita reunión realizada la semana pasada, que se organizó para “bajar línea” a todos los funcionarios sobre el manejo de la pauta publicitaria en la gestión de Raúl Jalil.
El enviado para llevar la buena nueva fue Diego Moreno, hijo del radicalísimo Edgardo Moreno, que fue el jefe de prensa de Oscar Castillo y siempre se ocupa de recordar lo nefasto del peronismo catamarqueño, aunque las vueltas de la vida pusieron a su retoño en un gobierno peronista… bah, quién sabe, jalilista digamos.
El tema, para hacerla corta, es que se convocó a los encargados de prensa de todas las áreas, y se les informó que ninguno puede pautar con nadie, que ninguno tendrá dinero para publicar un aviso, un spot radial, una pauta en televisión, nada de nada de nada.
Las caras de los obligados asistentes al “retiro espiritual” de comunicación se dividían entre el asombro, el enojo y la sorpresa. El mensaje era “acá no existe nadie y no publicitan nada, se terminaron las pautas, se terminaron las figuraciones y los arreglos, se terminó la difusión de información: sólo pauta y publica el gobernador”.
No quedó claro quién es el padre de la criatura, ese monstruo estratégico comunicacional, una especie de Frankestein para los ministros, o mejor, un Drácula que les chupa, no la sangre, sino los recursos para prensa.
El ministro Joao Andrada no estuvo (¿sigue de vacaciones?) y Moreno defendió la jugada como pudo, entre discusiones y gestos de rechazo de sus colegas de la prensa oficial.
Entonces se reveló el verdadero plan: a cada área se le van a tirar unos pesitos (algo así como la mitad de lo que cobra un funcionario de cuarto nivel), para que “promocionen” publicaciones en el muro de Facebook, y eso será todo.
Así las cosas, tendremos un Gobierno adolescente que descansará en las redes sociales, una suerte de prensa-selfie, donde además pagarán para que los mensajitos oficiales se le aparezcan de prepo a todo el mundo, aunque a nadie le interesen ni los lean.
Con esa medida, el poco dinero que el Gobierno gastará en comunicación, irá a parar a las empresas del multimillonario norteamericano Mark Elliot Zuckerberg, mientras las pequeñas radios y productoras catamarqueñas quedarán con las manos y los bolsillos vacíos. Si son fuente de trabajo, eso no es problema del Gobierno: que se jodan.
Claro que no hay ningún ahorro en el medio, porque detrás de la “magia de las redes sociales”, que tanto fascina a algunos funcionarios que creen que “la tienen clara”, curran y cobran muy bien los expertos diseñadores y editores de videítos, drones y flyers que facturan como si fueran piezas que compiten por el Oscar y el Clío.
Además, no todas las pautas se cortan, sino que se redistribuyen, concretamente hacia el gran medio amigo de Jalil, oficialista talibán y fundamentalista que cogobierna en la definición de las políticas de comunicación, reservándose, más que la mejor tajada, casi toda la torta. Y paga el favor con columnas de opinión chupamedias y al gusto del consumidor.
Pero hay otra perlita, y es que con el Facebook, lo que quiere hacer el gobierno es espiar los comentarios, me gusta, no me gusta, like, dislike y todo lo que generan los mensajes en las redes, para actuar en consecuencia. Reíte de la Gestapo…
Un ninguneo brutal y sin precedentes a los medios catamarqueños, que el Gobierno y sus amigos a sueldo consideran una genialidad.
Ya veremos qué tan genial es.