Imagínese estar a bordo de un vehículo, supongamos un colectivo, conducido por un tercero y que debería llevarlo a un destino determinado. Siempre entre dos puntos hay un camino más directo, y se espera que el conductor tome las vías que mejor se adapte a ese trayecto ideal. Pero, contrariamente, mientras avanza, usted se da cuenta que el vehículo describe un andar errante, sinuoso, desviándose por caminos más largos y hasta desandando la ruta. Giros innecesarios, vueltas en U, rodeos… no solo se recorre un camino innecesariamente largo, que desperdicia recursos, sino que, además, por momentos se aleja del destino. Desorientado, recibe indicaciones de un superior, que lejos de encaminarlo, lo desorienta aún más.
Ese vehículo es la educación en Catamarca. Un “colectivo”, en el que comparten el “trayecto” numerosos actores de la comunidad educativa; docentes, administrativos, directivos, alumnos, entre otros. Que debería alcanzar el trascendental objetivo de la formación educativa, siguiendo un “itinerario”. Y, sin embargo, los constantes cambios, improvisaciones y contramarchas, la tienen girando en círculos, perdiendo el tiempo y, hasta retrocediendo.
Claramente, el conductor es el Gobierno. Que no solamente está “al volante”, tomando las decisiones de conducción, sino que, además es el responsable de la hoja de ruta. Fija los objetivos, planifica el trayecto, y al momento de avanzar en el trayecto, describe un andar errante, en un constante zigzagueo. Avanza, retrocede, cambia, retoma, se frena….
Si la gestión de la Educación en la provincia hace décadas es deficitaria en términos de planificar y alcanzar objetivos, durante los últimos 20 meses se acentuaron la ausencia de planificación y rumbo. Que provocaron una desgastante seguidilla de marchas y contramarchas, más propias de una comedia que de la gestión seria.
Bajo el rótulo de modernización e innovación, el Gobierno se anotó los fails más bochornosos de su gestión educativa, con insólitas idas y vueltas, propias de quien está perdido o no sabe a dónde va. Encaprichado en trasladar los IES y las escuelas técnicas del Ministerio de Educación al de Ciencia e Innovación Tecnológica, el Ejecutivo despilfarró recursos valiosísimos para la gestión, como el tiempo y el esfuerzo intelectual. Además de generar un enorme malestar en la comunidad educativa.
A pesar de la advertencia y resistencia de los demás actores involucrados, el Gobierno avanzó todo lo que pudo con su birria y movió parte de la estructura de la formación superior y técnica a su cartera fetiche. Sin embargo, a los meses, puso reversa, y volvió todo a foja cero. Otra vez traspasos, reacomodamientos administrativos, cambios en el organigrama. Un derroche de recursos insólito.
Ese mismo andar errante, como el de quien no tiene rumbo, se hace patente en los constantes cambios en las estructuras, organigramas y de funcionarios. Por citar solo algunos ejemplos, desde que Raúl Jalil asumió la gobernación de la provincia, se modificó la estructura del Ministerio de Educación, traspasando parte sus atribuciones y áreas al Ministerio de Ciencia; ya hubo dos ministros de Educación; y, con el último cambio, ya hubo cinco directores de Educación Superior distintos.
Fuera de esos movimientos más notorios, la educación padeció durante estos meses constantes y desgastantes cambios, sumándole al sistema muchísimo más estrés que el que ya tiene que soportar por la pandemia. Modificaciones normativas inconsultas, reacomodamientos administrativos forzosos, incoherencias en la gestión, marean al universo docente y perjudican duramente la calidad formativa en todos los niveles. Reducción en el máximo de horas permitidas, tirones en el llamado a concurso y la cobertura de horas vacantes, idas y vueltas en las modalidades de dictado de clases, cambios en las asambleas…
El sistema educativo provincial debería recorrer el camino que lo lleve a su objetivo/ obligación/ responsabilidad de garantizar formación sólida a sus educandos. Debería avanzar en ese trayecto con coherencia, previsibilidad y planificación. Se esperaría que contará con una hoja de ruta cuidadosamente estudiada. Sin embargo, avanza con una conducción errante, sin rumbo, constantemente recalculando, casi a la deriva.