(Desde Washington, Estados Unidos)
Hace apenas cuatro días, el gobierno argentino recibió una señal alentadora: una llamada desde la capital estadounidense confirmaba que Nahuel Gallo, el gendarme argentino detenido-desaparecido en Venezuela, podría ser liberado en el marco de una negociación diplomática encabezada por el secretario de Estado, Marco Rubio.
Rubio lideraba una compleja operación para lograr la excarcelación de diez ciudadanos estadounidenses retenidos ilegalmente por el régimen de Nicolás Maduro. Dentro de esa misma operación, logró incluir a Gallo como parte de la lista de detenidos que podrían recuperar la libertad, al igual que ocurrió meses atrás con los seis dirigentes venezolanos refugiados en la embajada argentina en Caracas.
El gendarme argentino fue sumado en el puesto 11 de una lista negociada con sumo hermetismo entre la administración de Donald Trump y el régimen venezolano. La presión geopolítica ejercida por la Casa Blanca —con la mediación activa de Rubio— buscaba no solo liberar a ciudadanos estadounidenses, sino también avanzar en su agenda de desarticulación de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
El canciller Gerardo Werthein y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich desplegaron gestiones discretas y constantes para visibilizar el caso de Gallo ante las autoridades norteamericanas. La sintonía política entre Javier Milei y Donald Trump facilitó esos canales diplomáticos y posicionó a la Argentina como un aliado regional clave para Washington.
La operación estaba prácticamente sellada: a cambio de los diez ciudadanos estadounidenses, la Casa Blanca ofrecía liberar a narcotraficantes del Tren de Aragua detenidos en El Salvador. Sin embargo, a último momento, el régimen de Maduro modificó las condiciones. Caracas exigió beneficios adicionales a cambio de Gallo, imposibles de cumplir según fuentes cercanas a la Casa Blanca.
“Gracias al liderazgo del presidente Trump, diez estadounidenses que fueron detenidos en Venezuela están en camino a la libertad”, celebró Marco Rubio en su cuenta de X, agradeciendo además al presidente salvadoreño Nayib Bukele por su colaboración. Pero sobre Gallo no hubo menciones: su caso quedó fuera del acuerdo.
Maduro, fiel a su lógica extorsiva, aún retiene en sus cárceles clandestinas a ciudadanos de al menos catorce países, entre ellos Argentina, Colombia, España, Ucrania, Italia, y Alemania. Los presos políticos, incluidos Gallo y el periodista venezolano Luis Reyes, son tratados como piezas de cambio por el régimen chavista.
La posibilidad concreta de liberar al gendarme argentino se esfumó en el último tramo de la negociación. Las exigencias de Caracas fueron consideradas desproporcionadas e inviables por la administración estadounidense. Así, el operativo terminó sin éxito y Gallo continúa desaparecido, atrapado en el sistema de represión y negociación política que Maduro impone como moneda de poder.