Preocupado por el impacto que la apertura de las importaciones tiene en el sector textil, el gobernador Jalil se reunió con representantes industriales de Catamarca. Esta situación, sumada a la caída del consumo interno, parece inevitablemente desembocar en una merma brusca de la actividad y luego, los despidos. Un escenario de crisis que preocupa pero no sorprende. El gobierno construyó su estrategia de generación de empleo privado sobre terreno endeble y hoy empieza a sufrir las consecuencias.
Para la gestión de Jalil, la creación de empleo privado y radicación de nuevas industrias, más que un objetivo, se volvió una especie de fijación. Y entre sus funcionarios reinaba la obsesión por mostrar números y estadísticas que sostuvieran el relato del crecimiento del mercado laboral por fuera de la administración pública. Lo que llevó a direccionar las políticas públicas hacia los resultados rápidos más que hacia los perdurables.
Por supuesto que la creación de empleo privado y el crecimiento del sector productivo son metas de enorme importancia en la gestión de una economía, sobre todo en una provincia con la administración pública, la aspiración laboral de casi todo catamarqueño, colapsada de empleados. El problema surgió cuando, buscando los resultados inmediatos, se apuntaron todos los recursos a un sector industrial históricamente endeble como el textil, que cíclicamente entra en crisis cuando las reglas económicas macro cambian.
La radicación casi inmediata de numerosas fábricas y la creación rápida de cientos de puestos de trabajo que ofrece la industria textil en algunos de sus rubros fueron el canto de sirenas al que el Gobierno no pudo resistir. Y hacía allí apuntaron las naves, poniendo toda la infraestructura, las prioridades de gestión y el paraguas crediticios al servicio de radicar a estas empresas.
La industria de la confección es una actividad que usa maquinaria relativamente simple y económica, sin muchos requerimientos de infraestructura y que no demanda alta especialización en la mano de obra. En resumen, una industria con muchas facilidades para instalarse en nuevos destinos; un tinglado con servicios y prestaciones básicas, máquinas y herramientas chinas, breve capacitación a la mano de obra y a producir.
Así, durante los pasados años el Gobierno priorizó la radicación de estas empresas que a pocos meses de iniciar las gestiones ya estaban regalando una foto de inauguración y el testimonio de cientos de empleados agradeciendo por el nuevo trabajo, engrosando las estadísticas de crecimiento del empleo privado y expansión industrial. Pero esas fábricas, así como llegan fácil, fácil se van. Con la misma velocidad con la que se instalaron en sus procesos de expansión, cuando el zapato aprieta, levantan las cosas y repliegan.
Históricamente, en un país con bruscos vaivenes económicos y cambios de rumbos en las políticas productivas e industriales, la industria textil, y más específicamente la de la confección, es arrastrada pendularmente entre períodos de expansión y momentos de crisis, absorbiendo y luego expulsando mano de obra.
La radicación de estas fábricas en Catamarca se dió aprovechando la primavera que vivía el sector que, luego de la pandemia, tuvo un par de años de crecimiento. El contexto macroeconómico permitió un aumento del consumo interno y contratos de producción para marcas internacionales que veían conveniente producir en el país. Y en ese contexto, atraídos por las ventajosas condiciones y ofrecimientos del Gobierno, llegaron a la Provincia. Pero ahora los vientos cambiaron y la crisis es inminente.
La historia industrial de Catamarca tiene una larguísima lista de empresas que a lo largo del tiempo sucumbieron ante los contextos desfavorables. De hecho, varias de las fábricas inauguradas ocuparon espacios de otras empresas que habían abandonado el barco; TextilCom y RA en la ex Yersiplast, Indumentaria Catamarca en la ex 12 de Octubre, entre otras. Aun así, se apostó por la misma estrategia. Empresas que llegaron a tapar los agujeros que habían dejado crisis anteriores, atraídos por incentivos, créditos, facilidades impositivas y mil mimos más del Gobierno.
Quizás si esas mismas políticas públicas se hubieran direccionado a otras ramas de la industria, los resultados habrían tardado más en llegar, pero el horizonte de estabilidad sería otro, y hoy la crisis económica no traería una debacle inminente. Por ejemplo, por nombrar una, la metalmecánica, altamente demandada por la minería y el agro a nivel mundial y con escaso desarrollo en la provincia.
Pero el Gobierno hizo un “all-in” a la manufacturera textil. Los índices de empleo privado se dispararon, es verdad. El contador de nuevas fábricas sumó. Las fotos de inauguraciones y videos de propaganda de gobierno salieron de a montones. Pero ahora reina la preocupación porque la crisis es inminente. Era previsible, se construyó sobre terreno endeble.
El catucho