Vaca Muerta: el desafío de aprovechar el oro negro en un contexto de urgencia económica

En medio de la estepa patagónica, una gigantesca planta de procesamiento de arena se erige como el centro de la actividad petrolera de Vaca Muerta, el yacimiento que ha dejado de ser una promesa y hoy se ve como la clave para asegurar la energía y los dólares tan necesarios en Argentina. Esta fábrica, capaz de procesar 3,6 millones de toneladas anuales, se dedica a preparar un insumo esencial para el fracking –la técnica que permite extraer petróleo y gas de forma no convencional–, insumo que, a su vez, alimenta los pozos de YPF en la provincia de Neuquén.

El proceso de extracción, que involucra camiones cargados de arena y agua, es tan constante como imparable. Desde allí, cientos de camiones parten diariamente hacia los pozos de la zona de Loma Campana, el área más productiva de Vaca Muerta, cuyo petróleo tiene capacidad para abastecer el consumo local durante más de un siglo y el gas durante dos siglos. A pesar de su riqueza, la verdadera cuestión que se plantea es si Argentina, y particularmente sus políticos, estarán a la altura del desafío que supone aprovechar todo el potencial de este yacimiento.

Mientras la actividad en la zona sigue a ritmo vertiginoso, los geólogos, ingenieros y empresarios del sector coinciden en la urgencia de realizar las inversiones necesarias para que la industria petrolera no solo se mantenga, sino que crezca a la velocidad que demanda el mercado global. El panorama es optimista, pero también se percibe una preocupación sobre la sostenibilidad a largo plazo, con el temor de que el mundo elija, en un futuro cercano, otras fuentes de energía más limpias.

Desde 1930, la industria petrolera ha tenido a Vaca Muerta en la mira, pero fue en los últimos 15 años que la verdadera oportunidad de explotación comenzó a materializarse. Hoy, el yacimiento es considerado la cuarta mayor reserva de petróleo shale del mundo y la segunda de gas no convencional. Sin embargo, a pesar de su potencial, solo un pequeño porcentaje de la cuenca ha sido explotado, y se espera que, para 2027, la producción se duplique.

Las proyecciones son alentadoras: las inversiones en infraestructura podrían superar los USD 200.000 millones para 2050, y las exportaciones de hidrocarburos alcanzarán los USD 30.000 millones anuales para 2031, una cifra comparable con la de la exportación agrícola. Sin embargo, los empresarios y expertos del sector señalan que la clave para acelerar el proceso está en las decisiones políticas, especialmente en la posibilidad de que el gobierno de Javier Milei levante el cepo cambiario, lo cual estimularía tanto a las empresas ya instaladas como a posibles inversores nuevos.

Vaca Muerta es, sin duda, una fuente de esperanza para la economía argentina, pero también enfrenta una carrera contra el tiempo. La competencia global por recursos energéticos se intensifica, y la incertidumbre política y económica del país sigue siendo un factor de riesgo que no se puede ignorar. “Es ahora o nunca”, aseguran en la industria, conscientes de que el aprovechamiento pleno de este recurso puede ser la clave para asegurar el futuro energético y económico del país.