El devaluado Frente de Todos, rebautizado Unión por la Patria para disimular el fracaso estrepitoso del proyecto diseñado por Cristina hace cuatro años, vendió aquí y allá supuestas listas de “unidad”, logrando el objetivo de máxima que era evitar enfrentamientos internos en las PASO, que relegaran a sus precandidatos o directamente los condenara a quedar afuera de la foto ganadora del 13 de agosto a la noche.
Así, en Nación se los bajó a todos de un plumazo, con la triste excepción de Juan Grabois, incapaz de tragarse el sapo de Massa, y de Guillermo Moreno, peronista clásico que de tan clásico se transformó en rebelde y se ve obligado a jugar por afuera.
Eso significa que todo el kirchnerismo, cada vez más perdedor y vapuleado, sigue retrocediendo posiciones. Antes se llevaba todo por delante, después de la paliza de 2015 y cuatro años hibernando apareció con la vicepresidencia para amortiguar el rechazo con la “cara nueva” de Alberto, y ahora directamente se bajó de la fórmula, entregando cuerpo y alma al mismo Massa que los trató de delincuentes y amenazó con borrarlos y meterlos presos.
Así de bajo cayó el universo K, que si se sentía en desgracia durante el gobierno de Macri y soñó con renacer en 2019, lo cierto es que terminó de enterrarse solo.
No hay unidad en el peronismo nacional: hay desesperación, resignación, y un salvavidas tan desinflado que el mejor “candidato” que encontraron es este ministro de Economía que goza de una inflación mayor al 100 por ciento anual.
¿Y por casa cómo andamos? Un desastre. La “unidad” del peronismo catamarqueño es más irreal que las hazañas de Indiana Jones. Se estaban tirando de los pelos hasta el sábado a las 23,45, y a las 24 salieron a vender una “unidad” que no se la creyó nadie. Pero nadie, nadie ¿eh? Ni los peronistas.
La dedocracia se impuso combinada con la fuerza bruta del poder, y recauchutaron como cubierta de Rastrojero viejo una fórmula gastada, cansada, agotada y con olor a vencida desde 2019.
A días del inicio de campaña, todo el peronismo está de mal humor, con un Partido a puertas cerradas en el que todo se resuelve por teléfono o en reuniones secretas entre tres mandamás y los miles de afiliados y militantes son siempre dejados en la vereda, esperando las migajas de una torta desabrida que se comen siempre los mismos.
Un panorama oscuro como pocas veces se vio en el oficialismo, tan oscuro que más de uno piensa en octubre y se le hace un nudo en la garganta. No se desdoblaron las elecciones (en marzo la oposición hubiera estado desarmada y no se cargaba la mochila de Alberto), no se votó para las autoridades partidarias, no se votó para las candidaturas. El partido del pueblo se maneja como una empresa privada.
Los errores están a la vista. Todos los ven pero nadie dice nada. No vaya a ser que abran los ojos demasiado tarde.
La visión del Catucho.