Mucho se habló en los últimos días del gran cambio en la Justicia de Catamarca, una avanzada que puso con los pelos de punta a la oposición, y mereció también ácidos comentarios de José “Pepe” Cáceres, uno de los más cuestionados magistrados de la Corte de Justicia, por eso de que se jubiló y mantiene el cargo, que excedió la edad, etc.
Lo que se decidió ahora, entre otras cosas, es ampliar la Corte de Justicia de cinco a siete miembros, el segundo gran cambio peronista, ya que Lucía Corpacci ya había llevado la Corte de tres miembros a cinco. Ahora la “vieja Corte” será minoría, porque los tres originales tendrán cuatro colegas nuevos…
Pero además se borró del mapa al Consejo de la Magistratura, para poner en su lugar, como trampolín para llegar a ser juez, algo que todavía no se sabe qué es, pero desde el gobierno prometen que se tratará de un mecanismo “superador”.
Lo que significa esto es que el sistema judicial es barrido de raíz, y que se conformará otra estructura, donde los más poderosos de los últimos años pierden peso y poder, y se abren muchos lugares nuevos.
La oposición se queja porque calcula que se va a llenar de peronistas o filoperonistas obedientes con el gobierno, y que les dará protección en las potenciales causas que aparezcan. O sea, lo mismo que hizo el Frente Cívico con la Justicia, y que hay que reconocer que le dio excelentes resultados.
Por ahí pasa la clave de todo, y es lo que no permite festejar por ahora, aunque los vientos de cambio están soplando fuerte.
¿Qué va a pasar realmente con la Justicia? Si este cambio es un maquillaje superficial y todo sigue tan podrido como hasta ahora, no hay nada que celebrar.
El riesgo es que los jueces y su mirada general sólo cambien de camiseta, esto es, que efectivamente se abandone la protección de todos los dinosaurios del Frente Cívico para empezar a cobijar y proteger a todos los vinculados con el peronismo que lleguen a rendir cuentas a tribunales.
Por ahí pasa la queja de los opositores, y tiene su lógica que la embestida del gobierno sea para asegurarse un cuerpo judicial amigable y no hostil. Pero si eso sucede, en los hechos no habrá cambiado nada.
Los protagonistas de este proceso han utilizado una definición que este Catucho viene manejando hace un par de años: la Justicia como “un traje a medida” de la clase política más encumbrada.
Esto es una realidad, ya reconocida por todos. También dijimos que, en este momento de debilidad y escándalos, el Gobierno iba a aprovechar para una limpieza general, y así fue.
Pero lo que queremos es un cambio de verdad, y no un cambio de camiseta. Como ciudadanos nos da lo mismo que la Justicia simpatice con radicales o con peronistas. Lo que esperamos y exigimos es que no simpatice con nadie, y que haga lo que la Justicia tiene que hacer.
No se trata de perseguir ni castigar ni prejuzgar por la fuerza política en la que se milita.
Es más simple: si un funcionario roba, que devuelva la plata y vaya preso. Si un funcionario se hace millonario en un par de meses, que responda por el crecimiento dudoso o alevoso de su patrimonio. Que los gastos públicos no sean fortunas digitadas para ir a parar a bolsillos de amigos. Es fácil: transparencia y no corrupción. Eso espera la gente.
Los ladrones no son radicales ni peronistas, son ladrones. La Justicia no tiene que ser radical ni peronista, tiene que actuar y juzgar con las leyes en la mano.
Vayamos para ese lado de una vez, y entonces no habrá tantas quejas, ni denuncias ni sospechas.
Lo demás, como decía Don Vicente, es pura cháchara.