Puede resultar antipático y hasta quizás poco oportuno proponer una evaluación en medio de los festejos. Pero son los aniversarios buenos momentos para las revisiones retrospectivas sobre que se hizo en el tiempo transcurrido. Y los 200 años de la autonomía de la provincia, abordado casi exclusivamente desde lo festivo, también debería dar lugar a la reflexión pretérita.
Un viajero no celebraría haber recorrido 40.067 kilómetros si estos los hubiera cubierto dando vueltas en círculo. Sí, en cambio, sería un logro digno de festejo una travesía alrededor del mundo. Porque la meta alcanzada le da el valor al trayecto. De la misma manera, el tiempo transcurrido no es per se motivo de celebración si no se evalúa lo logrado durante el mismo. Más aún, si lo que se conmemora es la conquista de un status como la autonomía, con sus enormes y complejas implicancias.
La autonomía es, en el contexto de los sistemas federales, un estado de emancipación de las provincias, pero en equilibrio con la soberanía del gobierno central. Como señalaba el abogado y político Arturo M. Bas Capdevila, es “soberanía relativa, en cuanto, organizados sus poderes de gobierno, de conformidad a la Constitución Nacional, ejercen un poder propio”. O, como señaló Clodomiro Zavalía “la armonía de poderes entre dos soberanías”.
Como reflexiona el profesor de Derecho constitucional Antonio María Hernández, existe “un profundo debate doctrinario (…) sobre el asiento de la soberanía y la naturaleza de las entidades que conforman dichos Estados”. Por lo que, gran parte de los matices de los sistemas autonómicos, y las críticas que se le puedan hacer, son resultado de la complejidad de equilibrar dos “soberanías”.
Aún así, el aniversario de 200 años de autonomía de la provincia demandan un examen. Y los resultados del análisis del proceso y la actualidad, dejan la sensación de poca autodeterminación para tanto tiempo. Este “cumpleaños” de dos siglos redondos encuentra a Catamarca en un estado de autogobierno nominal pero de preocupante dependencia en los hechos.
Es la dependencia económica tal vez el mayor obstáculo que aleja a Catamarca de su autonomía plena. Esa supeditación que se refleja, por ejemplo, en los indicadores económicos que dan cuenta de la incidencia de los fondos federales en el presupuesto provincial. A 200 años de la declaración de su autonomía, la provincia sigue subsistiendo con recursos de Nación.
Con un presupuesto fagocitado por gastos corrientes como el pago de sueldos a los empleados públicos, cualquier aspiración a gastos de capital, como la obra pública, depende de la buena voluntad del Gobierno central. No es necesario ahondar en explicaciones sobre cómo esto atenta contra la autonomía.
Sin ir más lejos, la supervivencia económica de Catamarca durante la pandemia fue en base a desembolsos multimillonarios de Nación, mediante los variopintos programas y líneas de asistencia directa o indirecta. La ANSES, organismo nacional encargado de la administración de esos canales de inyección económica, se encargó mes a mes de hacer un detallado recuento cuantitativo del dinero “bajado” y los catamarqueños alcanzados por todos esos conceptos.
A cambio, Catamarca acató, de punta a punta y sin chistar, una paralización de la economía por la cuarentena obligatoria, aun durante los largos meses en los que la provincia no registraba casos de coronavirus. En una de las provincias con mayor incidencia del empleo público y un número creciente de beneficiarios de planes como la AUH, el Gobierno sacrificó al sector privado, con la total tranquilidad de que un enorme porcentaje de la población seguiría recibiendo sus ingresos, aunque se quedara en su casa sin ir a trabajar.
Claro está, todo esto es resultado de un proceso. Y a eso apunta la propuesta de revisar que se hizo durante 200 años y cuanto acercaron (o alejaron) esas decisiones políticas de la tan celebrada autonomía. Y poder definir, por ejemplo, cómo o por qué una provincia riquísima en recursos naturales, bondades naturales, fértiles y variadas regiones productivas, nunca desarrolló su economía y continúa, dos siglos después, dependiendo de los recursos de Nación.
Ilustrativo de esta realidad es que, en la historia moderna de la política provincial, la gesta más destacada de un representante de Catamarca ante el Gobierno central es la de negociación de la coparticipación lograda por Vicente Saadi. Haber conseguido un porcentaje mayor de recursos federales que otras provincias se sigue recordando como la conquista más notable y provechosa para Catamarca. No el desarrollo sustentable de la minería, del turismo, de la industria o la producción agropecuaria. No. Se destaca como memorable rascar más dinero de la billetera de Nación.
Claramente, al calor de esa dependencia económica se empolla la subordinación política. Sumisión que frecuentemente pone a los gobernadores entre la espada y la pared cuando Nación, que tiene la billetera y puede abrir o cerrar el grifo, impone decisiones que colisionan con los intereses de la provincia. Obras públicas, viviendas, financiamiento, aportes del tesoro, inversión en producción y muchos otros ítems son suficiente motivo para la genuflexión ante Nación.
Es verdad, como ya se mencionó párrafos arriba, que muchas de las deudas y limitaciones a la autonomía de Catamarca, y de muchas otras provincias, están enraizadas en un sistema federal viciado y en debates políticos inconclusos. Aun así, partiendo de las mismas condiciones, varios distritos supieron consolidar su autonomía robusteciendo su independencia económica. Para lo cual son clave el desarrollo del sector privado y el aprovechamiento eficiente de los recursos.
En sentido totalmente contrario, Catamarca recorrió un camino de auto postergación de sus capacidades, fomentando la dependencia económica. No solo este gobierno, ni el anterior, ni el anterior a ese. Sino el sistema político y las clases gobernantes, en perspectiva histórica, hicieron poco por incrementar y defender la conquista del 25 de agosto de 1821. Pasaron ya 200 años. Mucho tiempo y poca autonomía.