La reacción de algunos referentes del oficialismo provincial ante la denuncia del diputado Ruben Manzi contra efectivos de la Policía por apremios ilegales es la muestra cabal de la doble vara con la que el FDT, y su antepasado FPV, evalúan y juzgan. Recurrentemente, la medida moral para las cosas es adaptable a la conveniencia política del arco partidario oficialista, condenado o pasando por alto, según lo demande la narrativa ultraoficialista.
Días atrás, Rubén Manzi, legislador nacional de JxC, denunció mediante un video subido a sus redes sociales violencia policial contra su nieto, detenido por quebrantar las restricciones por el covid. Según el diputado, en el procedimiento que terminó con el joven detenido hubo apremios e irregularidades.
Ante la denuncia, grave por su tenor y por la investidura de quien la hizo, el Ministerio de Seguridad de la Provincia anunció rápidamente una investigación interna para determinar si los hechos denunciados fehacientemente sucedieron. Más allá de la distancia política del Gobierno con el legislador denunciante, la cartera conducida por Gustavo Aguirre mantuvo las formas y prometió revisar la actuación policial.
Pero desde la tribuna legislativa, en la que se acomodan un puñado de opinólogos todólogos obsecuentes, rechazaron la veracidad de la denuncia y, sin dar ni siquiera lugar a la posibilidad de que los apremios hayan existido, acusaron a Manzi de montar un show con fines electorales.
A decir verdad, la actitud de estos dirigentes, como el diputado Juan Denett, no sorprende. Y, hasta se puede decir, que es esperable. Perteneciendo a un espacio político que adueñó políticamente de la bandera de los DDHH, aunque simultáneamente apoyó a políticos y regímenes que los vulneran sistemáticamente.
La vara moral que usan para medir se alarga o acorta a demanda de su incoherencia ideológica. Por eso pueden erigirse en paladines de las libertades individuales y los derechos fundamentales, pero al mismo tiempo defender regímenes como el de Maduro y la dictadura Cubana.
Para estos moralistas bifaz, no importan los hechos, importa quien los denuncia o a quien se acusa.Con la misma efervescencia que se desgañitan hablando de los presos políticos en la Argentina, solidarizándose con procesados como Amado Boudou o Milagros Salas, se niegan a pronunciarse contra la detención de dirigente opositores en Venezuela. O acusan de dictadura a un gobierno constitucional como el de Macri, pero avalaron la designación de Cesar Milani al frente de las FFAA.
La limitaciones y suspensión a las libertades individuales aplicadas por el Gobierno nacional rozaron la inconstitucionalidad. Un peligroso escenario que se agravó con la delegación de superpoderes a las fuerzas de seguridad. Los casos de extralimitación y abuso de esas atribuciones de por sí represivas se multiplicaron durante toda la cuarentena y en todo el país. Sin embargo, para el diputado Denett, excelente alumno de la ambivalencia ideológica, no cabe la menor posibilidad de que la denuncia de Manzi sea cierta.
Probablemente sería otra la evaluación si el dedo señalara a la “policía de Macri” o si hubiera sido un episodio cometido por las fuerzas de seguridad nacionales durante la gestión de Bullrich. En cuyo caso seguramente se denunciaría a los cuatro vientos la represión y la violación de los derechos humanos.
Aunque parezca innecesario, se aclara que el análisis previo no implica una aseveración de que los apremios policiales contra el nieto de Manzi existieron. Tampoco es una defensa de algún sector político ni la sugerencia de inocencias o culpabilidades. Solo la contrastación de la incoherencia oportunista.
Claro, que ese rol de pregonero fanatizado sin vergüenza a las contradicciones es funcional a ese estilo de política. Y la doble vara, una herramienta indispensable. Por eso, para quien esté dispuesto a cumplirlo sin sonrojarse, el premio es la reelección.