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La casta de Catamarca goza de buena salud

A los políticos catamarqueños, sobre todo a los del oficialismo, les irrita cuando Javier Milei habla de la casta. Lo hace desde el año pasado y acá nadie le responde. Como mucho dicen que el ajuste no lo está pagando la casta y es verdad, ellos no lo están pagando, pero nadie desmiente que esa casta exista. No lo desmienten porque no pueden.
El político catamarqueño cree que vivir del Estado es un derecho divino que les corresponde a ellos y a sus familiares y amigos. Acá la meritocracia no existe, lo que existe es el apellido, el tráfico de influencias, los contactos para ser nombrado, y una vez que entran son eternos, no se van más, ni ellos ni su parentela.
Todos hacen lo mismo. Entran, los que pueden se aseguran una planta permanente, y de ahí empiezan a hacer sonar teléfonos y mover hilos de sus funcionarios más cercanos para nombrar a un pariente, que después queda en planta y así se inicia la rueda otra vez.
Hoy entre diez familias se reparten más de mil cargos políticos. Los que tienen cargos electivos son los que más derecho sienten a quedarse de por vida. Pero también ellos se aseguran un puestito para cuando se apague la música.
Se van repartiendo en el Ejecutivo, en la Legislatura, en el Poder Judicial, y van armando redes en las que se ayudan para acomodar a otro y a otro y a otro más.
Los más inútiles o más vagos se conforman con índices, no tienen estabilidad pero les viene bien porque no tienen que hacer nada, ni cumplir horario, y mientras su partido se mantenga en el poder, las becas de lujo se van renovando.
Esposas, esposos, hijos, hermanos, primos, cuñados, sobrinos, amantes, hijos de amantes, hijos de los hermanos. Se reparten todo. Cada familia recibe millones por mes. Todos viven bien. Todos viven de arriba.
Sus preocupaciones son irse de vacaciones, armar asados, cambiar la camioneta, enganchar algún negocio. Son parásitos que se van alimentando del Estado y se van reproduciendo como una peste que chupa dinero público sin control y sin culpa. Sienten que es su derecho.
No tienen problema en colgar el cartel de “No hay vacantes” o en poner cara seria y decir que la cosa está difícil, o en declarar que son muy austeros y cuidadosos. Lo dicen mientras se llenan de guita todos.
La casta catamarqueña es intocable, y más cuando los gobiernos se quedan muchos años, como el peronismo ahora.
¿Por qué nunca un gobernador informa cuántos empleados públicos había cuando asumió y cuántos cuando se va? Porque los aumenta por miles, y entre esos miles, hay cientos de parientes y parientes de parientes.
Es la realeza sin corona. Nacen con traje y despacho propio, y gozan su vida así, desde el Estado. Sólo van cambiando de cargo en cargo, cualquier cargo, da lo mismo. Por eso pasan de ministros a legisladores, de la empresa de energía a salud, de asesores a directores, lo que sea da igual.
Los más conocidos y los más viejos tienen currículums con cinco, diez, quince cargos. El 99 por ciento no hace nada útil en su vida. Pero se pasean como señorones… la casta.
¿Alguien se anima a armar el árbol genealógico del Gobierno, anotando a las familias más privilegiadas que tienen más de 30, 40, 50, 80 integrantes en el Estado? Es fácil, todos conocemos más de 20 con apellidos repetidos.
El Gobierno tiene todos los datos, pero jamás lo va a decir.
La foto es de los Moreno, con el Cabezón como ejemplo de la casta que lleva décadas en el Estado y va acomodando a la prole. Hay cientos como él.
Por eso se hacen los enojados con Milei. Pero todos saben que dice la verdad.

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