Aunque el ritmo de este 2020 no da respiro, y llueven problemas que acaparan la atención de la gente, también pasan muchas cosas que no salen en los medios.
Por supuesto que la gente va a hablar de los barbijos, la pandemia, los casos de coronavirus del que todos llevamos la cuenta, los escándalos de la Justicia, los vandalismos del SOEM y la comidilla de cada día.
Pero detrás de la cortinas de la vida pública, en los más altos niveles de poder, ya se discute de las elecciones del año que viene. Nadie sabe en que fase de la cuarentena estaremos si es que esta pesadilla sigue, cómo se va a votar ni cuándo, pero eso no es lo que le preocupa a los hombres de traje y elegante sport. Lo que quieren saber es qué número les tocará en el sorteo y dónde van a ir a parar.
Claro, a la gente no le interesan mucho estas elecciones intermedias: Fernández va a seguir siendo presidente, Jalil va a seguir siendo gobernador, los intendentes no se mueven (sólo se eligen dos y los otros 34 siguen), pero a los políticos y aspirantes políticos les puede cambiar la vida.
Primero porque se pueden asegurar cuatro años de muy buena vida, con altos sueldos y muy pocas responsabilidades. Pero también porque aquí se definirá la suerte de muchos que aspiran a más, o que al menos quieren seguir subsistiendo como funcionarios a largo plazo. Es que una mala apuesta, una mala jugada, puede troncar la suerte de muchos. ¿¡Cuántos se tuvieron que bajar del escenario definitivamente por dar un mal paso!?
La oposición está más débil que Popeye comiendo chizitos, así que la pelea pasa toda por el peronismo, ese partido tan lindo donde gente totalmente distinta se abraza para cantar la marcha.
Porque si algo distingue al peronismo, y en especial al catamarqueño, es que no es uno solo: hay muchos. Están los corpacistas, los jalilistas, los barrionuevistas, los saadistas y la lista es interminable.
Para los grandotes la cosa está más o menos clara, pero los de segunda, tercera y cuarta fila, la tienen complicada. ¿A quién seguir?
Los enamorados de Lucía no saben cómo jugar. Si le siguen prendiendo velas a ella y la exgoberadora toma distancia pueden quedar descolocados y en el olvido.
Si se abrazan a Jalil y Lucía juega por otro lado quedan sin el pan y sin la torta.
Y así, todos dependen de los movimientos de arriba, pero ninguno los conoce. Muchos meten presión para que Lucía vaya en la lista como sea (¿candidata a senadora nacional?) porque sigue siendo la que arrastra votos. Pero hay otros que también quieren esa banca (¿Fernando por ejemplo?).
Además, Lucía ya hizo el trabajo de recolectora en 2019… ¿ahora también va a salir a caminar y trabajar para otro? ¿Qué pedirá a cambio? ¿Qué tanto le cumplieron de lo que pidió en 2011?
No está fácil la mano, y lo que más garpa por estos días es el espionaje.
Entonces hay muchos (pero muchos), algunos funcionarios y otros desde el llano, que la juegan de leales para ganarse la confianza de los que deciden.
Y son jalilistas a morir cuando hablan con Raúl, y son corpacistas fanáticos cuando hablan con Lucía.
Ya son varios los que juegan abiertamente a dos puntas, y coquetean con el teléfono para acomodarse con uno y con otro, alabando al presente y pegándole sin asco al ausente cuando hace falta.
Los histeriqueos se ven en las internas por todos lados, diferencias y enfrentamientos en despachos oficiales, oficinas y organismos de todos los colores. Y hay bandos que incluyen desde ministros hasta simples índices y directores.
Con cuarentena o sin cuarentena, los pasillos están a full, las serruchadas de piso a la orden del día, y se va a poner más picante a medida que pasen los meses.
Que nadie se sorprenda si detrás de esas batallas se vienen cambios en el gobierno. Hay mensajes madurando que no se van a hacer esperar mucho.