El viernes pasado, la ciudad de Moscú fue sacudida por un ataque terrorista que dejó un saldo devastador. Una sala de conciertos en las afueras de la ciudad se convirtió en el escenario de un acto atroz que ha conmocionado al mundo. La organización terrorista conocida como Estado Islámico (ISIS) ha reclamado la autoría de este terrible suceso, que ha cobrado la vida de al menos 133 personas, sumiendo a la comunidad internacional en la consternación y el luto.
El sábado, la agencia de propaganda de ISIS, Amaq, difundió una imagen que mostraba a cuatro individuos presuntamente vinculados al ataque. En la fotografía, los individuos ocultaban la mitad de sus rostros, llevaban gorras y sus ojos estaban pixelados, todo esto frente a una gran bandera del Estado Islámico.
De acuerdo con los informes de Amaq, tres de los sospechosos “abrieron fuego contra la multitud” en la sala de conciertos Crocus City Hall, mientras que el cuarto provocó un incendio en el edificio utilizando bombas incendiarias previamente preparadas.
Durante el ataque, los terroristas emplearon armas automáticas, una pistola, bombas incendiarias y cuchillos, estos últimos utilizados para apuñalar a varias personas tanto dentro de la sala como en los pasillos. Según los informes, los agresores dirigieron especialmente sus ataques hacia la cabeza de los asistentes al evento.
Amaq celebró el alto número de víctimas como resultado del ataque y lo calificó como parte de la “guerra normal entre el Estado Islámico y los países que luchan contra el Islam”.
Las investigaciones llevadas a cabo por las autoridades rusas indican que la mayoría de las muertes en la sala Crocus fueron causadas por heridas de bala y por asfixia debido al humo generado por el incendio provocado por los atacantes.