Facundo Macarrón: “Si mamá viviera, estaría muy enojada con todo lo que se dice”

Nora Dalmasso y Marcelo Macarrón (Matías Tamborini)

La mayor parte del tiempo de Facundo Macarrón, hijo de Nora Dalmasso, está puesta en el juicio por jurados contra su padre, el viudo Marcelo Macarrón, y en apoyarse mutuamente con su hermana Valentina, con quien tiene una gran relación.

El joven habló de la causa y de su familia (Mario Sar)

“Mi mamá amaba a mi viejo. Mi papá habla, al día de hoy, de mi mamá como su mujer, porque obviamente no pudo hacer el duelo y porque fue la mujer de toda su vida. Pero en los últimos años se rodearon de gente que les hizo mal. Si mi mamá viviera, estaría muy enojada con todo lo que se dice”, aseguró.

-¿Tenés la esperanza de que se encuentre al asesino?

-En estos momentos no está siendo juzgado. Y espero que no se salga con la suya. Pese a todo, no pierdo las esperanzas.

-¿Crees que parte de la sociedad tiende a pensar que hay algo en tu familia que ocultan?

-Me parece que en el inconsciente colectivo hay una suerte de dificultad de admitir que nosotros, como familia, podemos ser inocentes. Porque admitirlo sería comprender que cualquier mortal es vulnerable, y le puede pasar este tipo de cosas.

-Querés decir que lo que les pasó a ustedes pudo pasarle a cualquiera.

-Lamentablemente, sí. Pero eligen, a veces, vernos a nosotros como monstruos y asesinos, porque la gente no quiere que les pase a ellos todo lo horrible que nos tocó. Entonces, frente al miedo que nos corroe a todos, hace que le sea muy difícil, por egoísmo o por lo que sea, asumir que a otra familia, a sus seres queridos, les pueda pasar la barbaridad que nos pasó y nos sigue pasando a nosotros. Perder una madre de la manera en que la perdimos, y encima ser perseguidos judicial y mediáticamente sin ningún tipo de pruebas; ser destruídos. “Algo raro deben tener”, dicen para que no les pase a ellos también. Es un razonamiento muy del inconsciente pero me parece que va por ese lado.

-El caso tuvo desde un principio un tono político, ¿pensás que eso contaminó la investigación?

-La primera parte de la investigación, a cargo de (el fiscal) Javier Di Santo, estuvo marcada por la impericia. La corrupción caracterizó al segundo fiscal, Daniel Miralles, un hombre totalmente corrupto que, ademá,s encubrió a quien nosotros sospechábamos que tuvo algo que ver con la muerte de mi madre. Y como si todo eso no fuera bastante, el factor político ingresó con el último fiscal, Luis Pizarro, un ex empleado de un tribunal de conducta policial que dirigía su amigo personal Alberto Bertea. Al tiempo del asesinato de mamá, Bertea era una figura, al parecer, importante de una facción del poder político provincial, y desde poco tiempo antes secretario de Seguridad de la provincia. Era parte del proceso, y a raíz de rumores que lo señalaban como amante de mi madre, el abogado Rafael Magnasco, asesor personal y amigo íntimo de Bertea, decidió presentarse ante Di Santo sosteniendo que nada tenía que ver con ella, que ni siquiera la conocía y que ese rumor lo había plantado (el abogado Daniel) Lacase.

-¿Lacase traicionó a tu padre?

-Creo que lo manipuló. Usó el caso para cuestiones políticas. Respecto de Lacase como supuesto vocero de mi viejo, y de un mandato tácito, son cosas que no existieron. Lacase dijo en sus declaraciones judiciales que le estaba ocultando a mi padre los rumores sobre él para preservarlo. Que en el primer tiempo no le decía nada sobre eso a mi viejo. Lacase se manejó como amo y señor y como quiso, no como vocero o intermediario de mi padre. Durante los primeros meses del proceso, mi padre confió en el abogado-amigo, como normalmente confía toda persona en el abogado que elige para que lo ayude en un proceso.

-Durante el proceso hubo varios fiscales y varios móviles.

-Al principio, Di Santo lo imputó a Magnasco y, meses después, quedó totalmente desvinculado del proceso. En ese tiempo en el que estuvo imputado se publicó en los medios que en un hotel de la ciudad de Córdoba habían almorzado el (entonces) fiscal General de Córdoba -jefe de todos los fiscales, entre ellos de Di Santo-, el (ex) ministro de Seguridad y quien era secretario de Seguridad, Bertea. El mismo día en que se conoció la existencia de ese almuerzo, Bertea presentó su renuncia al cargo (en realidad, lo echó el Gobernador de entonces). Bertea y sus amigos Rafael Magnasco y Nicolás Curchod (un empleado judicial que, al igual que Pizarro, habían trabajado bajo las órdenes de Bertea en el Tribunal de conducta policial) siempre sostuvieron que ese rumor que vinculaba a Magnasco con mi madre había sido plantado por Lacase, quien estaba enojado con Bertea por unas acusaciones que le había hecho años antes. Durante años subsistió el odio de Bertea y sus amigos sin posibilidad alguna de revanchas, hasta que se hizo cargo del proceso Luis Pizarro, el ex subordinado de Bertea, devenido en fiscal de instrucción.

-Para vos, ¿la imputación a tu padre se da en el medio entre una guerra de Lacase y Bertea?

-Esta última semana del juicio puso en evidencia que este proceso contra mi padre fue armado con el propósito de venganza contra Lacase, quien lo asesoró como abogado al inicio de la investigación. El fiscal Miralles había imputado a mi viejo como supuesto autor material de la muerte de mi mamá con la delirante hipótesis del avión fantasma. Con esa imputación llegó la causa en poder de Pizarro, ex subordinado de Bertea. Poco tiempo después, la cambió y, con la misma prueba que Miralles, lo acusó de autor intelectual, sosteniendo que mi viejo, en connivencia con personas no individualizadas y teniendo intereses distintos -mi padre, económicos, y sus socios, políticos y/o económicos-, decidieron cometer el crimen contratando una o más personas desconocidas, por precio o por promesa remuneratoria, en tiempo y lugar también desconocidos. Como Pizarro no tenía ninguna prueba para imputar a Lacase por ese hecho fantasioso, creó la acusación para que el juicio permitiera a Bertea, Curchod, y Magnasco, tal como sucedió, hablar pestes de Lacase, utilizando para eso la muletilla de que él era el vocero de mi padre. Y como no pueden tocarlo directamente a Lacase porque no tienen ninguna prueba de que haya participado en la muerte de mi madre, lo arrastran a mi viejo, que nunca participó en política, que no sabe distinguir Peronismo de Radicalismo y que es el más débil en esta pelea entre políticos. Pero para pegarle a Lacase necesitan que mi viejo esté imputado, y sobrellevando la tortura de un juicio.

-¿Crees que Rohrer tiene protección judicial y mediática?

-Si. Y de algunos testigos. Y una parte de la prensa. Como el periodista que tiene el perfil de Sherlock Holmes y sale con su chalequito antiguo. El sábado siguiente al que nosotros mencionamos a Rohrer, a quien ya lo veníamos mencionando desde 2007, dice: “Recién ahora se les ocurre mencionarlo”. No señor, usted falta a la verdad al decir eso a millones de televidentes. Insisto: nuestras sospechas sobre Rorher las sostenemos desde hace 15 años y no es verdad que recién ahora lo decimos. Pienso que a ese periodista, que es abogado, le conviene decir eso. Siempre se habló de él. Y esta persona, en su programa de televisión, salió a decir que nosotros estábamos mancillando el nombre de nuestra madre por plantear nuestra sospecha respecto de una relación extra matrimonial. ¿Quién mancilló a quien en realidad? Fue él el que mancilló el nombre de mi madre. Lo hizo durante todos estos años. Y cuando mi hermana y yo tuvimos la obligación de declarar como testigos bajo juramento, diciendo la verdad para no incurrir en el delito de falso testimonio, hablamos de nuestra sospecha, que ya lo habíamos hecho durante la investigación; él organiza un programa para desvincularlo a Rorher. El contenido de ese programa es bueno y necesario analizarlo para tratar de comprender el origen y finalidad del mismo. Quizá fue financiado por alguien, vaya uno a saber.

-¿Por quién?

-Si tuviera pruebas lo diría con nombre y apellido. Pero hablo de un programa con una hora de cobertura, con la presencia del abogado de Rohrer, cuyo único objetivo fue tratar de desvincularlo mediáticamente de toda sospecha y encima revictimizar otra vez a la víctima y a los hijos. Esto de la violencia simbólica la siguen ejerciendo muchos de los medios de comunicación que están en los pasillos, porque no pueden entender la perspectiva de género. Yo nunca dije que vi a Rohrer besarse con mi mamá, en mi declaración de 2007 dije que tenían una relación muy cálida, de amistad y confianza, y que eso me generaba dudas. Margarita, íntima amiga de mi mamá, interpretó que eso era un beso y con ese morbo, los medios salieron a decir que ‘yo la vi besándose’, cuando mi única respuesta fue: vengo desde el 2007 declarando mis sospechas sobre Rohrer, para que lo investiguen. Como suele pasar, pusieron en mi boca palabras que no dije.

-¿Alguna vez dudaste de tu padre?

-Nunca. Quiero decir algo: el uso político de la causa viene desde un comienzo. Eso lo hizo Lacase, lo dije en mi testimonio, lo mencionó mi tío Juani Dalmasso, el hermano de mi mamá. Siempre le tuvimos desconfianza a Lacase a tal punto que cuando nos enteramos de que el abogado querellante de mi abuela estaba pasandole información a Rorher, cuyo abogado de acá -de la empresa Delmonte- era Lacase, ahi decidió mi tío terminar la relación con el abogado. En mi declaración indagatoria, ese letrado quería entrar a toda costa para ver cómo era mi declaración y de manera inflitrada pasar la información a Rohrer. Siempre estuvo para eso. El tema es, por qué se quiere afectar a mi viejo con eso y por qué Lacase no está sentado en el banquillo de los acusados. Nadie puede explicar eso. Sólo los políticos que necesitan de mi viejo imputado para sumarse un tanto político contra Lacase, que difícilmente le pase algo por esto. En todo caso, hubieran ido principalmente contra Lacase y, eventualmente, probar alguna participación de mi padre, pero lo que los hechos evidencian es lo que hizo Lacase. Y en esto me gustaría hacer otra reflexión: el uso político de la causa estuvo desde un comienzo. Mi padre sospechó de Lacase a partir del momento en que trajo un listado de todas las personas con las que había estado Rorher el viernes 24 y sábado 25 de noviembre del 2006, y la presentó espontáneamente al fiscal para abonar a la coartada de Rohrer.

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