La cantidad de excusas es igual al número de personas involucradas. Todos los implicados en el escándalo de la Vacunación Vip tienen un justificativo con el que intentar explicar lo inaceptable de su oportunismo. Pero algunas destacan por su creatividad y descaro. Como la del intendente de Fray Mamerto Esquiú, Guillermo Ferreyra, quien no sólo repudió que lo traten de ventajero, sino que, además, pidió una condecoración.
Es que el intendente además de estar convencido de que merecía la vacuna más que nadie, hasta siente que fue un héroe dejándose inocular con la Sputnik V. Y así como estuvo ligero para poner el hombro, ahora infla el pecho y espera la medalla. “Por haber puesto el cuerpo y siendo esenciales”, reafirma el jefe comunal.
Por alguna razón, Ferreyra, intendente de un municipio con menos de 15 mil habitantes, (dato objetivo, no peyorativo), joven ( unos 44 años), sano (al menos hasta donde se sabe), se considera “esencial” y prioritario para la vacunación. Hay profesionales cuyo trabajo es imprescindible para la lucha contra el coronavirus, trabajadores que cumplen tareas que diariamente los exponen al contagio, grupos de riesgo por edad, personas con enfermedades prevalentes, por solo nombrar algunas casos que, según el criterio del sentido común, parecería merecer (y necesitar) más la vacuna. Pero no, el intendente está convencido que es esencial y está antes en el orden de mérito.
Lo extraño, y contradictorio, es que a pesar de haberse vacunado, porque según su criterio es “esencial”, el intendente Ferreyra igual se contagió de coronavirus. Y, adivine qué… Exacto, el municipio siguió funcionando. Dos dosis de una vacuna escasa que podrían haber inmunizado a uno, y hasta dos médicos, o resguardado a personas de grupos de riesgo, despilfarradas generando anticuerpos en un organismo oportunista.
Pero Ferreyra no solo se siente esencial, sino que también se autoproclama héroe. Porque cumplió una arriesgada e imprescindible misión al dejarse vacunar, para garantizar que el inoculante ruso sea seguro para el resto de la población. Quizás, si el intendente de Fray M. Esquiú no exponía su cuerpo a los potenciales peligros de la Sputnik V, el Instituto Gamaleya no habría podido terminar el estudio de efectividad y aptitud y hoy no habría vacunas. Pero el jefe comunal expuso su esencial organismo como un verdadero “conejito de indias” y tomó el riesgo. Quien sabe que terroríficas mutaciones o abominables efectos adversos le podrían haber sobrevenido.
Pero el intendente héroe asumió el riesgo de “ser envenenado” y se sacrificó por su gente, que ahora sí, (o cuando haya vacunas disponibles, vaya a saber cuando) podrán vacunarse sin peligros. Y eso merece, mínimo, una medalla al heroico valor “por haber puesto el cuerpo y siendo esenciales”.
“Desde el primer día seguimos trabajando para la comunidad sin parar ni un día”, abundó Ferreyra en justificativos sobre su vacunación. Sin reparar en que los agentes de las fuerzas de seguridad, los comerciantes, los periodistas, los transportistas, los expendedores de combustibles, solo por mencionar algunos, también siguieron trabajando sin “parar ni un dia” y, aun así, nadie les ofreció la vacuna.
“Nadie ha sufrido algo en consecuencia de que en ese momento cuando nadie se quería vacunar fuimos a vacunarnos”, argumenta el intendente. Sin pensar en las cientos de miles de personas mayores que perdieron uno de los escasos años que les quedan de vida, encerrados y lejos de sus familias. Ausencia de empatía que no le deja ver que los más de 10 meses de cuarentena fueron para muchos los últimos de sus vidas, y los pasaron entre cuatro paredes.
Lógicamente, la dosis aplicada al intendente heròico no mueve la aguja en el contador de los cientos de miles de trabajadores realmente esenciales o personas de riesgo. Pero las miles de vacunas aplicadas a otros tantos políticos oportunistas y sus familias o amigotes, sí podrían haber contribuido a mejorar la situación si se hubiesen aplicado en las personas correctas.
“No se ha cometido ningún delito”, se resguarda el jefe comunal, y en eso tal vez tenga razón. Sin olvidar, claro, que las reglas del juego las pusieron ellos mismos. Tal vez, según el criterio oficial y sus propias definiciones, Ferreyra, Paulón (que también se vacunó e igual se contagió), intendentes o ministros, sean esenciales y tengan prioridad en recibir la vacuna. Lo que no significa, en absoluto, que sea justo, sensato o legítimo. Porque lo legal no es lo mismo que lo ético. Un campo donde, con un poco de altruismo, los políticos vacunados podrían haber ganado una verdadera condecoración.