El dirigente radical y diputado provincial de JxC, José “Chichi” Sosa es, desde hace años, punta de lanza en el reclamo de la renovación de la UCR y la apertura de las candidaturas. En esa cruzada, recurrente y sistemática en épocas electorales, el casi vitalicio senador nacional Oscar Castillo era su blanco dilecto. La exigencia de Sosa por deponer la perpetuidad en los cargos se llevaba muy mal con la interminable permanencia del Senador en su banca.
Pero de repente, la inesperada renuncia de Castillo a la reelección parece haber descolocado a Sosa, quien ahora lamenta el desistimiento del referente de la línea Celeste. “Es una lástima que no participe Oscar Castillo”, lanzó Sosa, que sí confirmó sus aspiraciones a competir en las internas por una candidatura.
El reproche a Castillo por su apego a la banca tenía sobrados argumentos. Arrancó su participación en la política siendo elegido diputado provincial en 1985. En 1989 fue electo diputado nacional y repitió en la banca en 1993, ensayando lo que años más tarde haría en la Cámara Alta. En 1999 fue electo gobernador de la provincia, hasta 2003. Año en el que accedió a la banca en el Senado que hoy, 18 años después, todavía acapara. Finalizando su tercer periodo consecutivo como senador nacional por Catamarca, anunció que no irá por el poker.
Los 36 años casi de corrido capoteando candidaturas y ocupando cargos electivos venían acumulando en el radicalismo hartazgo y presión. Sobre todo en los últimos años en los que las épocas de protagonismo político habían quedado atrás y su rol de referentes era más testimonial que material. Así, la tirria de los postergados aumentaba elección tras elección, en la que Castillo sistemáticamente se acomodaba él o alguno de sus allegados.
Pero resulta que ahora que se hizo a un lado de la compulsa, allanado el camino a las aspiraciones electorales de Sosa, sorprendentemente al de la CPR lo embargó la nostalgia. ¿Por qué? Solo hay conjeturas.
Tal vez sea como señalan algunos que todos necesitan un némesis. En la contienda política tener un adversario con quien contrastar es para muchos la forma de hacer campaña y promocionarse. Construir su figura sobre la antonimia política con otro contendiente es un recurso frecuentemente usado. Y tal vez, sin Castillo, a Sosa le cuesta definir su identidad.
Esto, en algunos casos puede relacionarse con la falta de un proyecto, que se suple con una estrategia dialéctica que necesita del adversario. En esos casos, no hace falta proponer que se va a hacer, sino simplemente decir que no se va a hacer, remarcando las diferencias con el otro candidato. Es decir, hacer campaña hablando del contrincante.
También hay que tener en cuenta que la categoría del adversario jerarquiza, o desprestigia, la disputa. No es lo mismo ganarle a Brasil en el Maracaná que a Sacachispas en cancha propia. Y, quizá, al diputado radical le habría gustado medirse con un dirigente de la talla de Castillo, quien además, fue su mentor político un par de décadas atrás.
Tampoco se puede descartar que sea una estrategia para devaluar a su muy probable contrincante, Daniel Ríos. El belicho se lanzó al ruedo decidido a poner todo en el juego de la silla. Y algunos aseguran que el intendente tiene además el apoyo del oficialismo, lo que podría poner en riesgo las aspiraciones del progresista radical. “Sobre Ríos no tengo ninguna otra consideración, y será el hombre a ganar en las primarias”, aseguró Sosa, restándole entidad. Quizás elogiar al ausente sea una forma de apocar al aspirante.
“Creo que era la mejor expresión que tenía el esquema tradicional. Lo digo por la experiencia, porque conoce los caminos de la política, por lo que representa”, sobreabundó Sosa sobre Castillo. Como para que no queden dudas cuánto lo admira y echa de menos en la arena política.
“Cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir”, reza un proverbio atribuido a la sabiduría china. Algo muy parecido a lo que le sucedió al aspirante Chichi Sosa. Años reclamando a Castillo que dé un paso al costado y le deje espacio a otros dirigentes. Y ahora que el Senador sempiterno accede a renunciar a su parcela, le agarró nostalgia. No se terminó de ir, y ya lo extraña. O quizás solo está sobreactuando para disimular la alegría de poder, al fin, ser él el candidato.