El Jopo del pueblo

Edgardo Macedo es un prócer del peronismo de Catamarca, con una extensa trayectoria como legislador y ocho años ininterrumpidos como secretario general de la Gobernación. No es un puntero barrial, es una figura con espaldas anchas en el peronismo, una autoridad, entre otras cosas porque él ya estaba en poder con Ramón Saadi, sufrió la caída del 90 y –a diferencia de muchos otros pícaros- nunca se vendió.

El Jopo se bancó la mala, puso el pecho, dio la cara, la sufrió sin chistar, no tres semanas ni un par de meses… 20 años. Y un día volvió a Casa de Gobierno.

El Jopo la tiene clara, nadie le va a explicar lo que es ser peronista. Conoce a los dirigentes de toda la provincia, conoce a los viejos y a los nuevos, a los que son de fierro y a los que cuentan con varias “agachadas” en el camino.

Organizó decenas de elecciones, sabe cómo se maneja el partido puertas adentro y puertas afuera. Conoce la militancia y el poder. Durante toda la gestión de Lucía Corpacci, fue el único funcionario que estuvo al lado del despacho de la gobernadora todo el tiempo. Nunca un escándalo, nunca una denuncia. Un pilar silencioso del PJ.

Tuvo sus aspiraciones pero nunca extorsionó para lograrlas, ni se quejó cuando lo dejaron afuera. Un político valioso.

¿Y qué pasó? Que se hartó, así de simple.

El hombre, que oficiaba de apoderado del PJ, saludó y se fue. Se cansó de los atropellos, de las burlas, de la falta de respeto.

Porque resulta que el PJ contrató nada menos que al esposo de Petu Castillo, la hija de Oscar Castillo, el máximo y más cruel verdugo de los peronistas. Se cruzó una línea, y no hubo pacto de Ipizca que valga. Todo bien con el público romance del Gobierno y Oscar, con la inundación de radicales en cargos públicos, pero meter a los Castillo en la sede del PJ es demasiado.

Y el Jopo se pudrió y se fue. Renunció. Y tiene razón, tantos años aguantando en la trinchera, tanto luchar y trabajar para que el peronismo vuelva al poder, ¿para qué? ¿Para engordar la billetera de los Castillo? Era mucho.

El PJ no es un partido vengativo ni de listas negras, está claro. Pero de ahí a ser el hijo de la pavota hay una distancia. Esto no da para más, y el Jopo dijo basta.

Una señal de lo que pasa: mientras algunos popes del partido se enojaron y se ofendieron con la actitud de Macedo, la militancia lo aplaudió. ¡Ojo! Hay mucha calentura en las bases, y ya no se puede ocultar.

Esa gotita que rebalsó el vaso puede ser una gran olla que se destapa. Que los dirigentes sigan mirando para otro lado si quieren, pero algo está pasando allá abajo. Tomen nota, muchachos, o habrá muchos Jopos más, sobre todo en las urnas.

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