Si algo quedó claro durante esta pandemia es que las normas no son parejas y solo son rigurosas para algunos, mientras que otros parecen estar exentos de las obligaciones. Aunque los políticos se ofendan, indignen y tiren al piso negando que sea así, durante los 14 meses que el país lleva de pandemia y restricciones, ha quedado sobradamente demostrado que los cargos públicos otorgan una licencia para incumplir. Mientras el castigo por la contravención impuso a los ciudadanos duras penitencias, la clase política se pavonea con sus
Los ejemplos abundan, los hay de todos colores, y con cada nueva etapa de restricciones, se multiplican. En sus actos oficiales derivados del ejercicio de su función y en sus vidas privadas, los políticos demostraron ser, o sentirse, exceptuados de cumplir las restricciones que, en muchos casos, ellos mismos imponen.
Por ejemplo, el presidente Alberto Fernandez, que no pierde oportunidad para retar a la sociedad y culparla de que las cosas en la pandemia salgan mal, no se privó de sus festejos y juntadas como las que tuvo con Evo Morales y dirigentes dos veces: en la Quinta de Olivos y en La Quiaca cuando el ex mandatario boliviano se preparaba para regresar a su país del exilio en Argentina.
Las páginas de policiales se llenan de los reportes de detenidos y multados por violar las trstricciones. Los organismos, provinciales y municipales, encargados de los controles persiguen y exponen a los infractores. Mientras los funcionarios de esas mismas administraciones se manejan en una realidad paralela, donde esas restricciones parecen no existir.
Actos políticos, como el que se hizo a nivel nacional por el Día de la Lealtad, que contradicen las recomendaciones de distanciamiento; convocatorias institucionales que violan los límites de aforo, como la apertura de Sesiones del Concejo Deliberante de Valle Viejo; reuniones sociales de funcionarios, que se juntan a comer asado y jugar a la PlayStation ignorando las prohibiciones; viajes, más de campaña proselitista que de utilidad para la gestión; salidas grupales a hacer deportes, que para el resto de los ciudadanos implican multas, pero que para los políticos y su entorno están habilitadas… Los ejemplos abundan y la rigurosidad selectiva de las normas y castigos quedan a la vista.
La limitación de las libertades y la imposición de restricciones en el ejercicio de derechos, en el nombre de la lucha contra la pandemia, es aún motivo de debate y malestar en muchos sectores de la sociedad. Aun así, hay un gran porcentaje que, convocados por la solidaridad y el orden civil, las aceptan con gran pesar y a regañadientes. Otros, las pasan por alto y afrontan las sanciones. Pero en la clase política, porque la ley no es pareja y solo rigurosa para algunos, muchos ni cumplen ni sufren sanciones.