La expectativa por la eventual eliminación del cepo cambiario no solo preocupa a economistas; también ocupa la atención de inversores y del propio Gobierno. Sin embargo, para 2025, el foco principal será evitar un nuevo default de la deuda, un desafío que persigue al país desde hace décadas y que será determinante para el futuro económico.
La capacidad de Argentina de esquivar una nueva reestructuración de deuda será fundamental para lograr un crecimiento económico proyectado en torno al 5% para el próximo año, tras la caída sufrida en 2024. Si el país no logra cumplir con los compromisos por USD 10.000 millones que vencen en 2025, se dificultará la estabilidad cambiaria y el proceso de desinflación, pilares esenciales para la recuperación económica.
El comportamiento de los bonos argentinos refleja un creciente optimismo de los inversores respecto a la posibilidad de que el Gobierno cumpla con sus obligaciones. Desde fines de julio, el riesgo país ha bajado de un pico de 1.600 puntos a cerca de 1.100, una reducción que sugiere que el mercado empieza a confiar en que Argentina podría evitar el incumplimiento.
Comparativamente, los rendimientos de los bonos argentinos, que rondan el 15% anual en dólares, se encuentran aún muy por encima de los de países como Egipto, que presenta un contexto similar con controles cambiarios y un acuerdo con el FMI. La deuda egipcia rinde entre 8% y 9%, lo que marca el camino que Argentina podría seguir si logra estabilizar su economía.
Empresas locales como YPF Luz y Banco Galicia ya han conseguido financiamiento internacional a tasas cercanas al 8%, lo que muestra que el mercado está dispuesto a respaldar al sector privado argentino, incluso en medio de las restricciones cambiarias. Esto podría abrir la puerta para que el Gobierno también retome el acceso a los mercados de deuda en 2025, con el objetivo de refinanciar vencimientos sin aumentar el stock de deuda.
El exsecretario de Hacienda, Pablo Guidotti, señaló que es “solo una cuestión de tiempo” antes de que Argentina regrese a los mercados financieros, siempre y cuando el riesgo país se reduzca a niveles cercanos a los 700 puntos.
La ausencia de Argentina en los mercados internacionales se remonta a principios de 2018, cuando una crisis cambiaria llevó al país a firmar un acuerdo con el FMI por USD 44.000 millones. Esta vez, si el Gobierno consigue nueva financiación, será para refinanciar deudas y no para cubrir déficits fiscales, como ocurrió en el pasado.
Además del plan principal para recuperar el acceso a los mercados, el Gobierno, liderado por Luis Caputo en el área financiera, explora otras opciones, como un préstamo de corto plazo (“repo”) de bancos internacionales para afrontar los vencimientos de enero, que suman unos USD 2.000 millones.
Otra alternativa es negociar un nuevo acuerdo con el FMI para obtener financiamiento adicional, lo que permitiría levantar el cepo de manera más acelerada. Sin embargo, si el Fondo no concede un nuevo desembolso, la eliminación de las restricciones cambiarias se mantendría de forma gradual.
La economía también muestra señales alentadoras. En septiembre, la inflación cayó por primera vez en el año por debajo del 4%, con la inflación núcleo en 3,3% y los precios de alimentos subiendo solo 2,3%, lo que alivia la situación de los hogares de bajos ingresos. Además, indicadores como la venta de autos y propiedades están comenzando a repuntar.
Para 2025, las proyecciones de crecimiento del PBI son optimistas, situándose entre un 4% y un 5%. Sin embargo, la meta inflacionaria del Gobierno, del 18%, es vista como poco realista por las consultoras privadas, que estiman que la inflación podría ser el doble de esa cifra.
El proceso de blanqueo de capitales, que ha generado depósitos en dólares por más de USD 13.000 millones, también contribuye a la estabilidad financiera. Asimismo, el Banco Central confirmó que hacia fin de año se habilitará el uso de tarjetas de débito para pagos en dólares, lo que marcará un primer paso hacia la “competencia de monedas” en el país.