¿Alberto? ¿Qué Alberto?

Podría decirse que es asombroso, pero en realidad no asombra. Es un clásico del peronismo catamarqueño, olvidarse de sus amigos cuando caen en desgracia, y hasta usar el dedo acusador si hace falta. Nadie tiene memoria, nadie se acuerda de nada, todos miran distraídos para otro lado.

Ahora que Alberto Fernández se hunde en el más mugroso pantano, resulta que todos son sus víctimas. Fabiola abrió la boca, y ahora todos son Fabiola. Resulta que Cristina es su víctima. Resulta que el diablo se sumó a los retiros voluntarios y ahora es Alberto el que dirige el infierno, el señor del mal, el culpable de todo.

Ahora resulta que el peronismo no fracasó: fracasó Alberto. Alberto es feo, Alberto es malo. ¡Juira perro!

Pero Alberto no fue electo en ninguna interna para se candidato a presidente. No fue a ninguna PASO, no lo eligió el pueblo. Lo eligió Cristina Kirchner, lo puso ella, lo impuso ella, y todos los “monos” aplaudidores del circo, fanáticos K, celebraron la brillante decisión.

Claro, pasó lo que pasó. Y nadie se hace cargo.

No puede sorprender. El gran Alberto, el “presidente que más veces visitó Catamarca”, el abanderado del “volvemos para ser mejores”, hizo un desastre y ahora nadie lo conoce. Si te he visto no me acuerdo.

La dirigencia peronista de Catamarca tiene experiencia. Lo mismo hizo con José López, el campeón olímpico de lanzamiento de bolsos, lo mismo hizo con Amado Boudou, lo mismo hizo con Manuel Benítez. Porque por esas cosas de la vida los gobiernos catamarqueños siempre son íntimos de la crema de la crema y cuando estallan los escándalos se esconden bajo la alfombra.

¿Por qué va a sorprender? ¿No hicieron lo mismo con sus propios funcionarios? ¿O alguien salió a defender a Juan Pablo Morales, que era la máxima autoridad de Seguridad en la provincia y hoy parece que no lo conoce ni el loro?

Ahora el kirchnerismo está desesperado por vender que Cristina es víctima de Alberto. No amigos, nosotros somos víctimas de Cristina, que metió a ese mamarracho de presidente.

Un poquito de autocrítica. Un poquito de honestidad. Un poquito de coherencia se les pide. Pero no, es mucho pedir. Ellos viven su fantasía. Después se siguen preguntando por qué les ganó Milei.

El catucho 

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