Mañana terminará formalmente la campaña. Según la ley vigente, la veda electoral comienza 48 horas antes de la apertura de la votación, es decir a las 8 de la mañana del viernes, pero en los hechos el jueves se termina todo, a menos que alguien organice un acto para las 6 de la mañana, lo que es imposible.
Un día entonces, es lo que le queda de vida a esta campaña, que es la más opaca que se recuerde.
Los mismos candidatos lo reconocen y lo dicen, incluso públicamente.
A nadie le importan estas elecciones. En realidad sí, le importan, pero sólo a los candidatos, a los políticos que apuestan su futuro económico. A nadie más. No hay ciudadanos comunes preocupados por saber quién entra a la Legislatura, a la gente le da lo mismo.
Nadie se despierta por las noches sobresaltado, ansioso por saber quién llegará al Congreso por la minoría.
En ese mundo imaginario en que viven los políticos, se autoengañan y explican que el desinterés se debe a la pandemia. Mentira: no es la pandemia el problema, son ustedes.
La gente no les cree. La defraudaron demasiadas veces.
Más vale que no les creen, ¿no se dan cuenta? Hacen lo mismo cada dos años. Aparecen hasta en la sopa peleándose, criticándose unos a otros, prometiendo cambios, un futuro mejor, rosas y bombones para todos.
Después desaparecen y a los dos años vuelven a salir a la calle a pedir votos una vez más. La gente se cansó. Por eso tienen que pagar para que los escuchen, por eso gastan fortunas para meter spots a la fuerza en redes sociales y hacer que la gente se choque con ellos, porque a nadie le interesa lo que tengan para decir.
No son creíbles. Es cansador escuchar sus promesas vacías, sus declaraciones prefabricadas, es cansador escucharlos decir que tienen la solución para todo. Nunca lo hacen, nunca cumplen. Sus intereses no son los de la gente de a pie, la gente real, la gente que trabaja y si no trabaja no tiene plata en el bolsillo.
A ustedes les sobra la plata. No se pelean por vocación de servicio… si fuera por eso se puede servir a la comunidad lo mismo, no es necesario un cargo. Pelean por privilegios, por acomodos, por ventajas.
La gente no está harta de la pandemia: está harta de la política y de los políticos.
Porque los de la clase dominante, los poderosos, sólo piensan en ellos mismos, en sus negocios y en sus amigos.
Los políticos creen que la democracia es hacer que la gente vote y nada más. Pero la democracia es otra cosa: es el pueblo que gobierna. A través de sus representantes, pero debe gobernar el pueblo. Acá al pueblo lo usan para que vaya a votar y después gobierna la casta en su beneficio.
A días de ir a votar en estas primarias, el interés popular es casi nulo. Va a ir gente a las urnas porque es obligatorio. Si no fuera obligatorio (como en Estados Unidos, por ejemplo) no iría más del 30 por ciento de la población.
Acá nos obligan, y aun así no va a ir el 100 por ciento… ni el 90 ni el 80 por ciento. Es más, muy posiblemente no llegue a cumplir con su voto el 70 por ciento del padrón.
Y la brutal pandemia no tiene nada que ver con eso. Pero pedirle a los políticos que miren más allá de su ombligo es inútil: no lo van a entender.