El 2 de abril de 1982, bajo las órdenes del general Leopoldo Galtieri, quien en ese entonces estaba al frente de la última dictadura militar ocurrida en Argentina, las tropas argentinas encomendadas al “Operativo Rosario” desembarcaron en las Islas Malvinas para tomar control del territorio.
En aquel entonces, el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” atravesaba su mayor crisis de legitimidad de poder tanto en el interior del país como frente al mundo y la Junta Militar tenía los días contados.
Mientras tanto, en Reino Unido, la Primera Ministra Margaret Thatcher, quien también atravesaba una crisis política, fue un factor determinante para desencadenar una guerra a miles de kilómetros de su propio territorio.
El enfrentamiento entre Argentina y Reino Unido se extendió por 74 días, 649 soldados argentinos (de las cuales más de la mitad fueron durante el ataque al crucero General Belgrano fuera de la zona de conflicto), 255 británicos y 3 civiles fallecieron en ese periodo.
Argentina firmó la rendición el 14 de junio de 1982. Galtieri informó la derrota en cadena nacional en donde aseguró que los soldados argentinos “lucharon con más coraje que armamento a la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de Estados Unidos, sorprendentemente enemigos de la Argentina”.
38 años después, tal como ocurrió con la conmemoración del 24 de marzo, el país va a vivir una fecha distinta a todas. Sin actos, sin vigilias, sin manifestaciones. El simbolismo y el recuerdo de quienes perdieron la vida en Malvinas y de quienes combatieron allí y todavía hoy buscan su merecido reconocimiento florecerá a través de las puertas, los balcones o las redes sociales de una Argentina aislada.