La tragedia económica de decenas de miles de catamarqueños sepultados por las financieras truchas, que hace semanas mantiene caldeados los ánimos sociales, finalmente desembocó donde se esperaba: en la violencia.
No hacían falta dotes de vidente para saber que el descontrol estaba a la vuelta de la esquina, y sabe Dios como van a frenar el estallido ahora que aparecieron las balas.
Anoche, en un confuso episodio, dos personas sufrieron heridas de bala mientras se hacía una manifestación en casa de familiares de responsables de una de las tantas financieras que dejaron clavados a los que depositaron su dinero.
¿Y ahora? ¿Qué sigue?
El más famoso de los imputados ya duerme en la cárcel, y con eso no se soluciona nada. Ganó casi un mes haciéndole dar a la Justicia las mismas vueltas que a los ahorristas. Que quiero las computadoras, que traigan las computadoras, que acá no puedo, llévenme a mi casa, que déjenme que vea las claves, que esperen que se recupere la cuenta. Semanas así. De pagos ni noticias: las promesas de siempre.
Los políticos, una vergüenza. Muchísimos metidos hasta el cuello, aunque sin sufrir como los otros ahorristas, porque la mayoría tiene ingresos millonarios y puede darse el gusto de timbear sin transpirar.
Todos los sectores políticos se vincularon con las financieras, pero montaron un circo estúpido acusándose todos los días para ver quién era más amigo. Siempre pensando en sacar ventaja, en la gente no piensa nadie.
La Justicia cordobesa acusando a la Justicia catamarqueña, el juez federal de Catamarca acusando al fiscal federal de Catamarca, el fiscal metiendo demagogia a full proponiendo que le saquen la plata a Bacchiani.
El gobierno haciéndose el denunciador cuando tenía a Bacchiani registrado, aportando y como proveedor de lujo del Estado. Ministros metidos hasta las manijas, opositores que pedían que condecoraran a Bacchiani en la Legislatura haciéndose los denunciadores.
Una sarta completa de payasos irresponsables e ineptos, mientras la gente esperó, esperó, esperó. Protestó, protestó, protestó. Y un día sacaron armas de fuego.
Puede decirse de esta dramática situación cualquier cosa, menos que tomó a alguien por sorpresa. Se veía venir y se vino. Y nadie hizo nada. Nadie supo qué hacer. Nadie sabe qué hacer.
Porque tenemos autoridades que piensan en la platita que pueden perder, otros en el costo político, otros en cómo pueden salir ganando del escándalo. Y nadie piensa en solucionar el desastre.
Acá hay muchos que tendrán que rendir cuentas. Y no sólo por las criptomonedas desaparecidas.