Vergüenza ajena

Vergonzoso por partida doble: por los sindicalistas que se acomodan a los besos y abrazos con la patronal. Por los altos funcionarios que no distinguen su rol oficial de la tribuna partidaria.

Fue una vergüenza lo que pasó con la “renovación” de autoridades de la CGT local, renovación de nada porque siempre están los mismos, cambiando de lugar y prestándose las sillas desde hace décadas.

Claro que no hubo votaciones, siempre son “consensos”, arreglos, acuerdos. Y se felicitan por la unidad cuando nunca el manejo sale de la mesa chica que gestiona privilegios a espaldas de los afiliados de los gremios.

Si los vieran Saúl Ubaldini o Lorenzo Miguel se revolverían en la tumba. Aquellos viejos gremialistas peleaban por los trabajadores, y enfrentaban a la dictadura, al radical Alfonsín o al peronista Menem: su única bandera era la de los trabajadores.

Acá es diferente, están siempre los Burgos, los González, los que siempre estuvieron de la vereda del sol, saltando con la marcha peronista, olvidándose de cuando le hacían el caldo gordo al Frente Cívico, sí, porque ellos siempre estuvieron ahí. Ayer y hoy, enquistados en el manejo de los gremios y apoderándose de la CGT hasta convertirla en un sello seco y vacío.

Ellos miran para otro lado con los millones que se gastan en sueldos de ministros mientras los trabajadores cobran miserias, ellos nunca se enteran de los casos de corrupción ni de la protección judicial a los funcionarios, ellos nunca están del lado del laburante.

Y qué decir del gobernador, vicegobernador y ministros, anunciando 500 viviendas como si fuera una fiesta de Unidad Básica, vistiéndose de Papá Noel con fondos públicos, cantando la marcha en una ensalada donde no se sabe si es un acto oficial o político.

Cebados, no guardan las formas, no les importa nada. Han hecho un papelón que los desnuda: unos y otros muestran quiénes son delante de la sociedad.

No esperen nada los trabajadores con estos “representantes”, no esperen nada los ciudadanos de autoridades que creen que gobernar es bailar en un corso.

El Catucho

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