A Federico Benvenuto lo detuvieron el martes por robar una heladería de Almagro. Había salido el día anterior del penal de Marcos Paz. Dijo, desafiante, que lo habían soltado por el coronavirus, que lo encerraran, total, volvería a salir. Pero a Benvenuto la Justicia lo soltó por su mente. Un delincuente con diagnósticos psiquiátricos que varias veces había sido considerado incapaz por peritos oficiales de enfrentar un proceso penal en su contra. Benvenuto, hoy de 33 años, había tenido gestos más terribles que desafiar a la Policía de la Ciudad. En 2019, amenazó al juez que lo indagaba, a su defensor oficial, a los penitenciarios que lo retenían.
“Te voy a matar, gato, ¿qué te pensás? Estás en mi casa, atrevido”, dijo Benvenuto frente al juez en la sala del Juzgado N°61. Luego, lanzó una silla de la sala por el aire.
El acusado representaba una paradoja, el problema viejo del Estado argentino y la Justicia penal que no saben que hacer con sus imputados psiquiátricos en cárceles como la N°34 de Melchor Romero, o el ala Prisma de Ezeiza. ¿Los encierra y los llena de pastillas? ¿Los suelta para que vuelvan a atacar? ¿Gasta el tiempo y dinero en tratarlos?
La historia judicial de Benvenuto es larga. El 29 de septiembre de 2016, Benvenuto fue condenado por la Justicia porteña por primera vez.
Estaba preso en Ezeiza en ese entonces, asistido por un defensor oficial, cuando el camión gris del Servicio Penitenciario Federal lo llevó para que se siente en la sala del Tribunal Oral N°29. El delito del que lo acusaban -robo simple, en grado de tentativa, ni siquiera había tenido éxito- no parecía tan grave en la escala grave de las cosas.
Había entrado en junio de ese año a un local de vinos en la calle Montevideo al 900, Barrio Norte.Pidió una botella de tinto de una marca que no existía, según los testimonios en su contra, pero no quiso llevarse una botella. “Esto es un robo”, dijo, con el ademán de tener una pistola que ni siquiera tenía. Le exigió la plata al cajero, forcejeó con la dueña del lugar y con otro empleado. Al final, Benvenuto corrió. No fue difícil encontrarlo, alto, flaco, de 1,85 de estatura. Un agente de la Federal lo redujo mientras huía a pocas cuadras del local.
El Tribunal N°29 le dio siete meses de prisión de cumplimiento efectivo. Uno de los jueces consideró como atenuante en su voto que Benvenuto venía de una familia pobre del barrio de Montserrat, con padre ausente, con una madre que a veces tenía empleo, a veces no, aunque Benvenuto tenía casi 30 años en aquel entonces. Había trabajado antes de robar sin pistola, tuvo puestos en blanco en un lavadero de coches, por ejemplo. Perdió su último empleo en abril de 2016. Dos meses después, intentó robar la vinería.
En marzo de 2017, Benvenuto volvió a juicio por otro delito, con otro defensor oficial en otro tribunal porteño, el N°13. Había robado de nuevo, días después de salir de la cárcel. Lo acusaron exactamente de lo mismo: entrar a robar sin pistola a otro local de Barrio Norte. Lo corrieron: tuvo que descartar un teléfono celular y plata mientras huía. Hasta descartó su propia campera de jean. Benvenuto confesó su robo.
Le dieron ocho meses más
Las cosas empeoraron tiempo después. Delinquió de vuelta tras salir, otra vez la misma historia, otro robo con fecha de 2018 cuya víctima fue una mujer y que terminó con la cuarta condena de su vida en dos años en el Tribunal N°22. Benvenuto volvió a Ezeiza, pero no a una celda común: esta vez fue encerrado por primera vez en el programa PRISMA, donde conviven rateros adictos al paco, jóvenes altamente peligrosos como “El 22”, un fumador de pasta base miembro de una banda de pirañas del Bajo Flores, presos de alto perfil como Cristian Álvarez, “El Pity” o “Pato” Fontanet, ya libre.
Una junta interdisciplinaria lo analizó: esa junta, que elevó sus resultados a un tribunal de Casación que se negó a excarcelarlo, determinó que sus facultades no encuadraban en los patrones normales, que Benvenuto era un riesgo para sí mismo y para terceros, que de ninguna manera era apto para enfrentar un juicio. “Presenta trastorno de humor no especificado, descompensado (disforia) y trastorno de personalidad”, concluyó el estudio.
Luego saldría. Benvenuto fue imputado nuevamente según registros, una causa por amenazas en una fiscalía contravencional porteña. Se le dio su tutela a un juzgado civil, el N°76. Así, volvió a entrar al programa Prisma.
El 10 de diciembre pasado,el Cuerpo Médico Forense había declarado que ya no era un riesgo para sí mismo o para otros, aseguró que podría continuar su tratamiento en el Borda. “Trastorno psicótico no especificado y trastorno de personalidad”, dijo el Cuerpo Médico Forense tras evaluarlo. Aseguraba que se encontraba “estable”, con un régimen de medicación.
El Cuerpo Médico Forense recomendó expresamente que no lo soltaran del todo, que si salía del Prisma debía ir a otro psiquiátrico “dentro de un proceso terapéutico gradual progresivo con la menor restricción posible de la libertad conforme la evolución que presente”, concluyó el estudio. Otra vez, Benvenuto no estaba en condiciones de afrontar un juicio, dijo el cuerpo de peritos del Estado.
Así, con esta información, la Sala III de Casación dispuso su libertad y el cese de su prisión preventiva bajo el cuidado del Juzgado Civil N°76, con un fallo con fecha del 28 de abril. El fallo no habla de un domicilio fijado. Entonces, Benvenuto salió ese mismo día desde Marcos Paz. Y todo volvió a empezar.