Una triste pérdida para los evangélicos

Ha partido de este mundo, víctima del coronavirus, Rubén Proietti, pastor, autoridad evangélica reconocida internacionalmente, pero por encima de todo un incansable promotor de la paz.

Es imposible desvincularse de los sentimientos terrenales, y por eso genera tristeza esta muerte, pero la propia fe que Proietti enseñaba, indica que ya alcanzó la dicha eterna.

Proietti era presidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) que nuclea a más de 15 mil iglesias en el país.

Se desempeñó en esa función casi una década consecutiva entre 1998 y 2007, y luego de una breve pausa retomó la responsabilidad en 2009 para seguir 12 años más, lo que completa más de 20 años de liderazgo brillante en los cuales predicó ante todo con el ejemplo.

Padre de familia, se había casado con Adriana y formaron un hogar con cuatro hijos, tres varones y una mujer, quienes le dieron nueve nietos.

Profesional de la Salud, estudió Kinesiología y Fisiatría y fue profesor en la Facultad de Medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Como pastor se destacó como predicador del Evangelio, la oración, el cuidado de los niños y las familias, pero tuvo además un rol protagónico en los movimientos interreligiosos.

Fundó la Comisión Interreligiosa para la Paz (Comipaz), al frente de la cual realizó una extraordinaria tarea, que lo llevó a ser galardonado por la Secretaría de Culto de la Nación, organismo que reconoció el valor de sus acciones a favor de la Paz junto a los diversos credos en la Argentina.

Recibió un Doctorado en Ministerio Cristiano, otorgado por Cela International University. Recibió el doctorado Honoris Causa, otorgado por el Consorcio Doctoral Sudamericano, y recibió también de la Logos Christian University un Doctorado en Divinity.

Era célebre en todo el mundo de habla hispana. Durante más de cuarenta años fue considerado la mano derecha del también fallecido este año predicador Luis Palau, y fue director de los Festivales Palau en español.

Alcanzó también la presidencia de la Alianza Evangélica Latina (AEL), que reúne a diferentes concilios nacionales de 22 países iberoamericanos, y era miembro de la WEA, Alianza Evangélica Mundial.

 Luchó por la vida cuando se impulsó la legalización del aborto, y completó una vida ejemplar, respetado por todos sin distinción de credos o colores políticos.

Tenía 74 años.

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